Felipe Zapico y su Ladrón de peras

El polifacético Felipe Zapico, que fue cocinero y camarero (recuerda haber hecho buenos cócteles en sus tiempos mozos) antes que fraile (es un decir)  presentó su nuevo poemario, El ladrón de peras (editorial Origami), con prólogo de Gsús Bonilla.

Zapico, aunque nacido en la ciudad de León, cuenta con al menos una cuarta parte de su genética procedente de Páramo del Sil, localidad del Bierzo Alto, en las estribaciones de la Sierra de Gistredo (mi útero materno), donde este poeta, editor, fotógrafo, profesor, músico (fundador de Deicidas) y manager de grupos míticos como Los Flechazos y Los Cardíacos dice haberse curado de la tosferina, mientras el poeta Ángel González se curó años antes otra cosa. Cuenta Gsús Bonilla, a propósito de El ladrón de peras, que es un excelente poemario, algo que suscribo. Un poemario genuino, sin retóricas, ni artificios, con una lírica que llega directa a las entrañas, con una mirada sincera, libertaria, como lo es su autor, quien escribe sin tapujos ni cortapisas, con una absoluta y decidida valentía, que es acaso (sin acaso) la única manera viva y real de escribir, escribir por y para la verdad, escribir para arrojar luz sobre el mundo en que vivimos, escribir para decir aquello que otros pretenden ocultar a todo trapo, escribir, en definitiva, para intentar entender dónde y por qué estamos parados (que diría un hispanoamericano) dónde estamos. Un mundo a la deriva donde los seres llamados humanos seguimos siendo fieras dispuestas a descuartizar a nuestros semejantes, sobre todo cuando ellos y ellas son débiles.

Quedaron tus muñecas
en casa de tu
madre.
Para que tu
padre
se abrace a
ellas.
 
En Ladrón de peras, Zapico aúna seis cuadernos de poesía, «cada cual con su propia polifonía y nervio», según el prologuista, o si lo preferís, el libro está estructurado en seis partes: Opérculos sobre tus párpados, que a uno se le antojan poemas de la añoranza por un ser perdido o ausente; De peras, desamparos y espejos, que incluye poemas de amor, de amor con sorna, de amor greguerístico; Libélulas en mi ombligo, que me parecen poemas existencialistas, en los que su autor se muestra desobediente (eso siempre) y comprometido con la sociedad de su tiempo; Versos Orsini, que son poemas de toma de conciencia crítica y contra la política basura que nos invade; Poemas para el Casco, que se me hacen chutes directos al alma, al corazón, poemas con sabor cítrico, ácido y amónico, como Frenadol cardíaco (introducido por ese clorofórmico poema valle inclanesco titulado Rosa de Sanatorio) o Sacamantecas, dedicado al hombre del saco (precedido por un poema de Corcobado), y LAS CUATROS ESTACIONES DE BIVALBI, que nos ofrece cuatro poemas visuales, «de puñetazo en el ojo», aclara Bonilla en el prólogo del libro, «donde bien podría residir el ideario socio-político y humano  -añade- de este poeta multi(di)verso y de gran tamaño… en la totalidad de los sentidos y en todos los ámbitos de los mismos: Inmenso». Inmenso se nos revela Zapico, que ya nos había deleitado con otro gran poemario, Litro de versos, el cual presentó en Madrid hace algún tiempo en compañía de nuestro amigo común José Luis Moreno-Ruiz (inolvidable su programa radifónico Rosa de Sanatorio, y ahora su blog Contradiarios: http://moreno-ruiz.blogspot.com.es/). Por cierto, Moreno-Ruiz acaba de publicar, bajo el sello editorial ebookprofeno, que dirige por cierto Felipe Zapico, su novela Guaracha de Isla Verde & Guaguancó de las Islas Vírgenes.

http://narcisoelvalvulista.blogspot.com.es/

Fue un placer, amigo Felipe, haberte presentado en el Arlés de Ponferrada  porque se trata, el tuyo, de un poemario arriesgado, potente, comprometido con la realidad de tu/nuestro tiempo, en el que tú, como autor, nos sacudes las vísceras con tus poemas, que nos obsequias cargados de vida (devuelves vida a la poesía como quisiera el bueno de Henry Miller), poemas que dedicas al amor, a un amor perdido o ausente, poemas que están pidiendo a gritos una sociedad y un mundo mejores, porque estamos viviendo en medio de una selva contaminada, podrida. Tus poemas son como una bocanada de aire puro y saludable.

Manuel Cuenya

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