Aunque sabía de la existencia de este fenómeno, Lluís Llach, en realidad no había reparado en su fuerza, en su singularidad, en su sentida y emocionante forma de interpretar y cantar. Me dejó impresionado al escucharlo hace un tiempo, en un programa televisivo. Se trata éste de un espléndido documental que me puso los pelos de punta y me estremeció el alma al verlo en un concierto que diera en 2006 en memoria de los trabajadores asesinados en la ciudad de Vitoria/Gazteiz por la represión gubernamental del momento. Conviene recordar que entonces estaban al frente de los frentes un tal Fraga y otro cual Martín Villa.
Un Fraga que llegó a decirnos que en Navidad sidra antes que cava porque hay que apretarnos el cinturón, qué jeta, el tío. Al parecer, en ese preciso momento -cuando se produjo la matanza- se hallaba en Alemania.
Asesinos de razones y de vidas,/ que nunca tengáis reposo a lo largo de vuestros días/ y que en la muerte os persigan nuestras memorias.
Eso ocurrió en 1976, ya muerto Paquito el “chocolatero”, y forma parte de nuestra historia sangrienta, cabestril, zarrapastrosa, de la que uno se avergüenza, aunque no podemos ni debemos silenciarla, sino sacarla a la luz, acaso para no volver a repetirla. La memoria histórica, sí. Recuperémosla.
Resulta curioso que la gente comprometida, que en su época luchó contra el régimen franquista, no tenga mucha trascendencia, incluso se desconozca. Y eso ocurre con Llach. Bueno, a lo mejor es excesivo lo que estoy diciendo, pero algo de verdad hay en el asunto. Mejor enterrar, incluso en vida y con vida, a quienes molestan al poder, se dirían los tipitos que en tiempos llevaban las riendas de este país de países.
Pero vayámos a lo que nos interesa, la música, las letras y el poderío de Llach, considerado por algunos como el Jacques Brel de la Nueva Canción catalana, y reconocido por grandes de la música, antes fuera del país que dentro. Algo a lo que ya estamos habituados. Pura envidia y rechazo a los mejores de verdad. Considerado sobre todo en Francia (donde estuvo exiliado) y en Alemania. No se extraña uno que éstas sean las locomotoras de Europa.
Llach es uno de nuestros grandes… músicos. Un referente. Catalán universal enamorado de su tierra y de su lengua. Un tipo comprometido con las nobles causas (tiene incluso una Fundación: www.lluisllach.cat). Un defensor de la libertad (acaso el bien más preciado de un ser humano).
Como testimonio, vayan aquí estas canciones emblemáticas, como L’Estaca (símbolo de la lucha por la libertad e himno de un club de rugby de Perpiñán) y Campanades a morts, cuya música y letra se me hacen demoledoras, definitivas, sobre todo esta última. Siempre la memoria, esa fuente de dolor… a veces fuente de placer.
Manuel Cuenya