Luis del Olmo

 Luis del Olmo

La responsable palabra

Debemos defender el derecho de la palabra, siempre. Siempre. Porque la palabra es entrega, regalo, acto amoroso ante el oyente. Y en esta labor de beneficiosa libertad andaba empeñado, hasta hace cuatro días, y desde rapaz, un vigoroso berciano, alto, enjuto y un tanto desgarbado, pero con mucha soltura y muchas ganas de demostrar al mundo su valía. Luis del Olmo. Que pronto comprendió el poder de la palabra y que usarla en vano es desestructurar la libertad, deshuesarla para que pierda consistencia y altura; y que se empeñó en hacer de su oficio, de su palabra, responsabilidad. Porque quien, a diario, se sienta ante un micrófono y, a través de él, se asoma a la sociedad, tiene dos opciones: convertir ese acto en hacedor de democracia o en propagandista dictadura. Luis siempre optó por lo primero, porque aprendió que la democracia es un sistema asentado en la responsabilidad. La acción de un comunicador es responsabilidad. La discrepancia también lo es, y Del Olmo nunca la rehusó ni la escondió ni la falsificó. La falsificación consciente es pura prevaricación, y la prevaricación es lisa y llanamente destrucción. La democracia, como todo lo humano, se inventa cada amanecer, y Luis, en su afán por ayudar a que amaneciera rápidamente para todos, se levantaba de madrugada, antes de que saliera el sol, y ayudaba con su palabra a que la democracia entrara rauda y a raudales por ese inmenso ventanal llamado radio, que daba a la luz de la libertad. La palabra, Luis, es un vehículo de entrega al otro. El hombre sin palabra deja de serlo. Durante muchos años de dictadura, en este país nuestro, y también en la democracia, hemos vivido con la palabra arrinconada en los sótanos oscuros del silencio. La dictadura franquista quiso adueñarse de tu palabra, Luis, y en democracia lo intentaron los dictadores de las pistolas etarras. Nadie pudo apoderarse de tu palabra, de tu libertad, de tu responsabilidad. Siempre hiciste de la palabra un derecho humano inalienable. Sin la palabra como derecho, el ser humano queda aislado, incomunicado, cerrado sobre sí mismo. Y es entonces cuando la tiranía puede ejercer su dominio criminal. La democracia nos devolvió la palabra como hija primera de la libertad. La palabra como derecho. Tú fuiste, antes que nada, palabra, Luis; fuiste, antes de que la tuviéramos, democracia y libertad, y más que nada, siempre has sido responsabilidad. Gracias, maestro, por nunca haber preñado de mentira la palabra, por nunca corromperla al pronunciarla, por nunca traicionar a quien te escuchaba pronunciarla, decir tu palabra. Gracias, Luis, maestro.

 

 

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