Chema Sarmiento

Cineasta de verdad-es

Un actor interpreta, actúa. Actuar, en el fondo es mentir. Actuar bien es mentir convenciendo. Al menos eso era lo que pensaba el actor, director y productor británico, Sir Laurence Olivier, al que muchos críticos han considerado como el más grande actor del siglo XX. Chema Sarmiento no es actor, se percibe de inmediato. En el gesto de su retrato reside el halo de la peculiar seriedad nerviosa que le sume y que el retratista ha sabido desentrañar. No miente. En su mirada se evidencia, sin mentir, la indisimulada sensación de desubicación de quien se nota en el lugar equivocado; y se entiende, porque donde de verdad se encuentra a gusto un director de cine es del otro lado de la lente. Rotundamente, Chema no es actor y por eso nos mira sin querer ejercer de tal, sin saber mentir y sin pretender convencer mintiendo. En su expresión se puede adivinar, ciertamente sin él pretender demostrarlo, un sentimiento de cándido pudor. No es el pudor que mueve a ocultar o a evitar manifestar los sentimientos, los pensamientos o las acciones que se consideran intrínsecos. No. Es, sin duda alguna, un pudor como concepto del reflejo de su timidez, de su modestia. Chema cuando se muestra retratado es porque tiene que estarlo, como un mal menor de la consustancial necesidad de poner rostro a la obra de un cineasta; no porque quiera estarlo. Él prefiere ubicarse del lado del que retrata, del que usa la cámara para dar vida a aquellas emociones que antes tuvieron forma en su pensamiento. Este hombre tímido, modesto, pudoroso frente al espectador que lo observa, no miente cuando está posando de ese lado del objetivo. No es actor, es director cinematográfico, y aunque haya quien considere que el cine es, en el fondo y en la forma, una evidente mentira, Chema Sarmiento, tampoco miente cuando dirige, porque cuando asume su natural condición de director, disipa el recato y saca a relucir las otras condiciones que se advierten en el estudio de su rostro: seguridad, creatividad, ingenio, minuciosidad, pasión y sensibilidad extrema. Cualidades todas ellas que no admiten discusión en su naturaleza y que también tienen reflejo ineludible en el resultado de su obra. Chema no miente, no finge, ni cuando posa ante la cámara ni cuando está tras ella, es, en todo caso, un creador de auténticas realidades de ficción; que es, tal y como manifestó el otro gran director, Jean-Luc Godard, una verdad 24 veces por segundo.

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