Charla coloquio sobre Literatura de viajes con motivo de la presentación de Mapas Afectivos

Al fin, la mejor manera de viajar es sentir/ sentirlo todo de todas las maneras/ sentirlo todo excesivamente,/ porque todas las cosas son, en verdad, excesivas/ y toda la realidad es un exceso, una violencia,/ una alucinación extraordinariamente nítida (Fernando Pessoa).

En La Casa de las Culturas de Bembibre, asistimos a una charla coloquio sobre literatura de viajes de la mano de Nicanor García Ordiz y Manuel Cuenya.

En esta charla coloquio, con motivo del nuevo libro de Manuel Cuenya, Mapas afectivos, se habló de la literatura de viajes como la madre o la esencia de la literatura, de escritores de referencia y libros propios de este género literario, que sin duda goza de buena salud en la actualidad.

García Ordiz y Cuenya hicieron un repaso por algunas lecturas reseñables como Donde Las Hurdes se llaman Cabrera, de Carnicer (un deslumbrante viaje por olvidada Cabrera), El río del olvido (un inolvidable viaje a pie siguiendo el curso del río Curueño) y Trás-os-Montes (un recorrido por una de las zonas tal vez más desconocidas de Portugal), de Llamazares, el Diario de Viaje, de Gil y Carrasco, o bien Viaje del Vierzo (un apasionante viaje por el Bierzo de los años ochenta, en el que figura Noceda del Bierzo y la mítica fragua de Pepe Furil) y Viaje interior por la provincia del Bierzo (un nuevo viaje por el Bierzo del siglo XXI), de Valentín Carrera, que ha escrito el prólogo de Mapas afectivos. Y está a punto de enrolarse en una expedición a la Antártida.

Asimismo, Cuenya trajo a colación a su maestro Juan Goytisolo, gran viajero y buen conocedor del mundo islámico. Y tuvo unas palabras de agradecimiento tanto para el escritor y cineasta Valentín Carrera como para el escritor Julio Llamazares, el cual le dedica un texto en la contraportada de Mapas afectivos: “Manuel Cuenya viene de la estirpe berciana de Enrique Gil y Carrasco, de Carnicer, de Pereira, de Mestre, pero también de la rama dorada de los escritores viajeros (Miguel Torga, Unamuno, London, Chatwin, el propio poeta errante Baudelaire, quien dijo que viajero es el que parte por partir, la monja Egerea de la leyenda altomedieval gallega), esos hombres y mujeres que han vagado por el mundo en busca de explicación a su desasosiego pessoano, a su incomodidad espiritual y a su afán por conocer países. De Canadá a Marruecos o al Este de Europa, pasando por Portugal, Estambul o Londres, Manuel Cuenya recorre el mundo con perplejidad y amor y nos lo cuenta a sus lectores sin pretensión pedagógica, pero sí con poesía y pasión…

…Lean estos Mapas afectivos. Es literatura pura, literatura viajera y poética, geografía sentimental y fantástica, relato y cuento de profundidad”.

Cuenya también hizo referencia al viaje como estructura narrativa, no sólo en la literatura, como por ejemplo en la novela de Kerouac, En el camino, que narra un intrépido viaje por todo Estados Unidos, a través de la mítica ruta 66, sino en el cine (otra de sus pasiones). Como ocurre con las películas de Wenders, casi todas road movies o películas de carretera, en las que sus protagonistas están siempre en movimiento, en busca de su propia identidad.

El viaje como detonante de un camino interior hacia el autoconocimiento. Ahí está París, Texas, que nos muestra a un personaje en movimiento que no habla ni recuerda nada. Y que a medida que transcurre la película descubrimos que camina en busca de su familia, su mujer y su hijo. O bien determinadas películas del genio Hitchcock, como Alarma en el expreso o Extraños en un tren, que hacen uso del tren como metáfora cinematográfica, el viaje en tren como descubrimiento de otros espacios y la percepción de otros tiempos. Un viaje en tren como un bello travelling dentro de una película real. Puro cine y pura literatura.

En esta charla coloquio también los conferenciantes se centraron en la diferencia entre turista y viajero (el viajero descubre y viaja por pasión, el turista simplemente encuentra y viaja por capricho).

Y en este sentido Cuenya recordó que el auténtico viajero podría ser el gaucho Eduardo Díscoli, un argentino que estuvo durante más de siete años recorriendo todo el mundo en compañía de sus caballos. Y hasta llegó a hacer escala en el Bierzo.

Los gauchos, que serían descendientes de los arrieros maragatos, y los nómadas como ideales de libertad. Viajeros intrépidos.

Para finalizar, Cuenya hizo mención a alguna situación kafkiana que viviera a su paso por la ex Yugoslavia (Macedonia y Serbia- Belgrado) en el año de 1993, en plena guerra balcánica, desde Atenas a Ferencváros-Budapest, que cuenta en el capítulo, De Atenas a Budapest, de su libro Mapas afectivos.

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