Fermín López Costero dejó su huella en las Tardes de Autor

Tomás Néstor y Fermín López Costero
Tomás Néstor y Fermín López Costero

El amigo y escritor Fermín López Costero estuvo ayer, en la Casa de las Culturas de Bembibre, en Tardes de Autor.

Gracias a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento bembibrense, y en concreto al Concejal Jesús Celemín, con el apoyo extraordinario de Tomás Néstor Martínez, como coordinador, los bercianos podemos disfrutar con estas tardes literarias, donde uno aprende, conoce y se divierte.

Casi siempre nos damos cita las mismas personas, y es que la literatura, sea cual sea, no despierta el mismo interés que el fútbol o el frikismo televisivo. A lo mejor estaría bien hacer unas tardes de fútbol o bien unas sobremesas cargadas de monstruos catódicos y «apostódicos». Pero de momento gozamos con las Tardes de Autor y las Tardes de Cine.

Me sorprende que la élite bienpensante del Bierzo Bajo, empezando por Ponferrada, no suela acudir a ningún evento o sarao cultural que se organiza y celebra en el Bierzo Alto. Cosas del demonio, suponemos, que vaya cómo se las gasta esta bestia.

Fermín nos leyó algunos de sus cuentos o microrrelatos, algunos aún inéditos, aunque en breve verán la luz en un nuevo libro, «La soledad del farero y otras historias fulgurantes», y nos recitó algunos de sus versículos, contenidos en Memorial de las piedras, poemario que consiguió un prestigioso premio en Talavera, de lo que damos cuenta en el hasta ahora último número de La Curuja (http://www.nocedadelbierzo.com/lacuruja.html):

Con este poemario, ganador del Premio Joaquín Benito de Lucas, 2008, se nos revela como un sólido poeta, pues Fermín es, además de buen narrador (discípulo del maestro Pereira), ensayista y articulista de opinión del Diario de León.

López Costero logra, con estos versículos, crear y mantener una atmósfera desde el inicio hasta el final, lo que no resulta nada fácil. Y lo que se me antoja extraordinario es que hace hablar a las piedras, en concreto las del monasterio de Carracedo. Como lectores sentimos que les insufla vida, las carnaliza, las transforma en seres con sentimientos, lo que nos acaba llegando inevitablemente al alma. Uno, como lector, se siente atrapado en medio de este mundo fascinante, que nos devuelve a otra época, hipnótica y espiritual. Tanto el arranque como el cierre de este libro de poemas, resultan impactantes.

El primer poema de Memorial de las piedras, titulado “Respuesta”, ha sido traducido al portugués por el poeta y traductor luso Alberto Augusto Miranda, que anteriormente había traducido también a otros grandes autores leoneses, como Antonio Gamoneda, Juan Carlos Mestre, Gaspar Moisés Gómez, Ildefonso Rodríguez, Tomás Sánchez Santiago o Víctor M. Díez.

En su charla, López Costero citó a algunos de los escritores que más le han influido, como Pereira, de quien toma sobre todo la técnica a la hora de construir un cuento, aunque también se percibe ese humor socarrón, galaico, parecido al de nuestro inolvidable Antonio, el villafranquino universal. Como en Más allá del horizonte, perteneciente a su Pequeño catálogo de historias breves. Asimismo, el cacabelense Fermín reivindicó a Rulfo, Monterroso, Borges, etc., (Biorges, me atravería a decir); a pesar de que él intenta ser original en la medida de lo posible y escribir según su propio estilo, algo que sólo se consigue, aseguró, corrigiendo muchas veces, dejando lo escrito en reposo para volver sobre ello, porque la escritura, como el buen vino, necesita tiempo para convertirse en reserva. No en balde, Fermín también nació encima de una bodega, como su paisano, el pintor Pepe Carralero. Hay que pulir lo escrito, una y otra vez, dijo, como hacen los maestros. No cabe la prisa, como en estos tiempos de urgencia, porque la literatura requiere de esfuerzo. El propio Cela cuenta que hizo más de diez versiones de La Colmena.

Fermín comenzó su andadura en la escritura, intentando perfilar poemas de amor, como tantos adolescentes, y como Antonio Pereira, que quiso dedicarse a la poesía para ligar con las jovencitas. Al final, López Costero acabó sacándose la espina con Memorial de las piedras, que en un principio estaba concebido con un relato, fallido, dice el autor, y al que le dio forma poética.

En microrrelato, el maestro indiscutible es sin duda Tito Monterroso. Esto no sólo se desprende o intuye después de escuchar a Fermín, sino que estoy convencido de ello. También Monterroso escribe, en Movimiento Perpetuo, que hay tres temas; el amor, la muerte y las moscas. Las moscas añade su punto sarcástico, suponemos, a los temas. Pero el amor y la muerte (Eros y Tánatos) son los grandes temas universales, siempre presentes -sobre todo la muerte- en los cuentos del gran Rulfo, al que en otro momento le dedicaremos algunas líneas.
 
Eros y Tánatos son los motores, de los que nos dio cuenta el doctor Freud. En el fondo, podríamos decir que sólo hay Eros y Tánatos (con sus variantes). Vida y muerte son lesbianas, como nos canta el osado Javier Corcobado (a éste también tengo que dedicarle unas palabras).

Fermín nos contó que hacer un microrrelato, aunque a priori parezca fácil, en modo alguno lo es. Resulta ciertamente difícil, porque requiere de gran precisión. En la novela, en cambio, uno puede no ser del todo preciso, incluso cometer «errores», y aún así podría funcionar. Asimismo, este autor de la Villa del Cúa, al que no le acaba de entusiasmar la etiqueta de escritor, porque hoy a cualquiera que escriba un libro, se le dice escritor, gusta de hacer cómplice al lector de sus relatos, no darle todo migado, hecho, sino que éste ponga algo de su parte. En el microrrelato o relato breve debe haber sorpresa final. Lo mejor, añade, es tener engañado al lector hasta lograr un final impactante.
 
Buena lección de literatura, amigo Fermín, dipuestos como estamos a aprender todos los días acerca de esta noble tarea de hilvanar palabras, como otros tejen sus sueños con manos de albañil, alfarero o costurera.

 

Manuel Cuenya

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