Bembibre. La fiesta a través del tiempo

Bembibre al igual que los pueblos que conforman su municipio viene celebrando desde época bajomedieval una serie de festividades y conmemoraciones que han contribuido a forjar su identidad y que hacen referencia a la cultura, el folklore, la historia, la religiosidad, la tradición y la gastronomía. El calendario festivo se enriquece con acontecimientos religiosos, relacionados con la liturgia mariana, cristológica y hagiográfica; y también profanos, con fiestas, prácticas y ritos de diferente significación social, que eran regulados a lo largo del Antiguo Régimen por los Capítulos de Buen Gobierno de la Villa (de 29 de enero de 1612) y por las Ordenanzas Concejiles (de 22 de octubre de 1681).

Algunas de estas ceremonias devienen de votos anuales instaurados por “la justicia y regimiento de Bembibre y su Jurisdicción” con imágenes dotadas de un especial poder taumatúrgico, que de una u otra forma han contribuido con su intercesión al bienestar de la población (al paliar las calamidades cíclicas que azotaban la Cuenca del Boeza). La Tabla de Obligaciones Votivas de la Villa y su Tierra se guardaba en “un arca de tres llaves, con un libro de inventario y razón de ellas”; que para su conocimiento pasamos a desglosar a continuación:

1. Ntra. Sra. de la Peña, en el Santuario de Congosto, el 1 de mayo.

2. Santa Engracia, en la Iglesia de Ntra. Sra. del Castro de Folgoso de la Ribera, el día después de la Ascensión.

3. Ntra. Sra. de Villadiel, en el Oratorio de Rozuelo, el lunes de Pascua del Espíritu Santo.

4. Ntra. Sra. de Villanueva, en la Capilla de Bembibre, el martes de Pascua del Espíritu Santo.

5. San Roque, en la Iglesia de San Pedro Apóstol de Bembibre, el 16 de agosto, “en que ha de asistir una persona de cada casa”.

6. Santa Brígida, en la Parroquia de San Pedro Apóstol de Bembibre, el 1 de febrero.

7. Santo Toribio de Astorga, en la Ermita de la Vera Cruz y Santo Ecce Homo de Bembibre, el 14 de abril, “en que se celebra la Misa del Milagro, por el milagro de la Vera Cruz”.

A estas funciones se iba con las insignias parroquiales y la cera necesaria, encabezando la procesión el rector o su vicario, seguido de las autoridades de la villa y de los vecinos. Sin embargo, desde el año 1745, las tres primeras prescriben, al ubicarse sus templos, más allá de la media legua impuesta por las Constituciones Sinodales de Astorga; la cuarta, dejó de celebrarse en 1798, al ser demolida su ermita; la quinta y la sexta, caen en el olvido en el s. XIX con el proceso de laicización imperante; y la séptima, se mantuvo en vigor hasta mediados del s. XX, para terminar por desaparecer. En la actualidad, aquel voto común de concejo continúa vigente en la emblemática Salida del Santo.

Otras festividades, como El Cristo de Bembibre, del 13 al 15 de septiembre, en que se venera al Ecce Homo como Patrono del Valle del Boeza, con solemnes eucaristías y concurridos desfiles que se remontan a la Edad Moderna, no son más que la perdurabilidad en el tiempo de varias cláusulas de los Estatutos de Cofradía Penitencial de la Santa Resurrección y Vera Cruz. Da idea de su proverbial raigambre y tradición el hecho de que en el s. XVIII, el rector de la parroquial, Agustín Gayoso y Monroy, obtuviese de su Santidad Pío VI (1775-1799), Indulgencia Plenaria para quienes concurriesen a los actos religiosos que enmarcan nuestro particular Idus de Septiembre.

En este punto, se hace preciso volver la vista atrás y recordar que ya los romanos honraban a Júpiter, el 13 de septiembre, creyendo que podía trocar los sombríos vaticinios de la memoria por la alegría y el bullicio desbordante del Numen de las Fiestas. Por su parte, la Liturgia Romana Cristiana, fijaba el ceremonial de la Exaltación de la Cruz, en el 14 de septiembre, día que rememora la entrega del Sagrado Símbolo de la Crucifixión al emperador bizantino Heraclio por los jerarcas persas. Luego, este ritual pasó a celebrarse en todas las poblaciones que conservaban un fragmento de la Vera Cruz. Lo que se evidencia en Bembibre, en el Santuario del Ecce Homo, que acoge en “su sancta sanctorum dos cuadritos dorados con el clavo reliquia tocado a los de la Santae Crucis de Nuestro Señor, que están en el altar mayor”.

Pinceladas de ese legado inmaterial nos ofrecen en sus obras dos escritores de nascencia bembibrense; por un lado, Alberto López Carvajal, en el ensayo Buen Regalo de Boda, editado en Astorga, en 1923, al indicar: “Sólo una fiesta se celebra en la Villa, por septiembre y se celebra en las afueras, al lado de la ermita de un milagroso Santo”; y por otro, Maximino Pascual, en la biografía Cómo se forjó un ideal. Historia viviente del luchador infatigable, José Castro González, publicada en Bembibre, en 1932, al detallar con claridad el ceremonial y la Danza del Cristo:

“Desde tiempo inmemorial se celebran en Bembibre, durante los días 13 al 17 de septiembre, unas fiestas tradicionales llamadas del Cristo por ser hechas en la festividad del día y delante del Santuario del Ecce Homo. Este santuario está a la salida del pueblo, junto a la carretera de Madrid-Coruña, teniendo a su entrada una hermosa explanada y un magnífico paseo, que por esta circunstancia las fiestas toman un aspecto de verdadera romería estilo campestre. En estas fiestas, aparte de unos fuegos artificiales, una hoguera, grandes mercados, ferias y pasatiempos, había un festejo típico del país que llamaba siempre la atención. Este era La Danza, baile y representación de guerra. Estaba formada por diez danzarines, el gracioso, la dama y embajadores del rey cristiano y el rey moro.

Al empezar las fiestas, se personaban los danzantes en casa del cura del pueblo para acompañarle hasta al santuario al son de los tamboriles del país. Los danzarines, al tiempo de la música del tamborilero marcaban ciertas notas, daban unos saltos y zapatetas que constituían la admiración e hilaridad de los acompañantes.

Después, en la explanada del santuario se formaba el baile de la danza. Para ello, haciendo un corro, se agrupaban los diez danzarines con dos palos en la mano cada uno, y a una indicación de la música, se cruzaban los palos, chocándose. A continuación empezaba la polémica de los contendientes. De un lado, el embajador del rey cristiano decía al embajador del rey moro que su rey no quería la guerra y que tuviera a buen recaudo no fomentarla. De otro lado, la dama también intercedía y el gracioso hacía mofa y escarnio del embajador moro, llevando en un palo clavado un erizo, del que se valía también para llevar de las cestas de fruta del mercado alguna manzana o pera, en tono de broma, prosiguiendo seguidamente el baile abierto, con sus correspondientes saltos y zapatetas”.

Aquel calendario festivo de confraternización social y exteriorización cultual se daba a conocer por medio de la impresión del Cartel y Programa Oficial de las Fiestas del Cristo de Bembibre, lo que se colige de un arqueo del año 1886, que consigna una partida de 91 reales “para sufragar los 250 programas y 4 carteles adquiridos en Astorga para anunciar la función de la Cruz”. Y como si de un Bando Municipal se tratase, la relación de actividades sacras y profanas, a celebrar del 13 al 15 de septiembre, “corría de boca en boca y llegaba a todos los colectivos urbanos”.

Momento en que se instauran los arquetipos inseparables de las Fiestas Patronales de Bembibre:

. El devoto novenario; las liturgias del Cristo y del Cristín; las pintorescas procesiones (con el conmovedor desfile de la falange de amortajados y ofrecidos que descalzos o arrodillados hollaban el itinerario devocional); y los sermones de ilustrados oradores.

. La colocación de ornatos (principalmente, banderolas y gallardetes, que el Ayuntamiento donó a la Cofradía del Ecce Homo, en 1881); la iluminación interior y exterior del Santuario (de aceite, en un principio, que requería del empleo de 160 vasos de cristal, 100 farolillos de vidrio y 87 farolillos de papel, de diferentes colores y tonalidades; y de electricidad, desde 1911).

. El disparo de bombas y repique general de campanas (que con su estentóreo mensaje anunciaban el inicio de los festejos); la música tradicional (la flauta, el tamboril (con el que el tamboritero de Bembibre, Emiliano Pérez, hacía alarde de su maestría), la dulzaina y la gaita); los gigantes y cabezudos (que amedrentan a los más pequeños con su aparición en 1911); la danza de palos (que acompasaba los movimientos con la pericia de hábiles tamborileros); y las dianas y repertorio de la Banda Municipal de Música (constituida en 1873 con Francisco Villar).

. Los fuegos artificiales (que con sus truenos y destellos polícromos tiñen de luz las veladas nocturnas desde 1859); la elevación de globos (que surcan el cielo en 1873); el encendido de la clásica hoguera de urces (que aglutina a su alrededor a una caterva de jóvenes temerarios, que impulsados por acordes armoniosos y danzas ancestrales cortan con sus saltos las llamas que resplandecen en la noche).

. Los bailes públicos (donde no faltaba la Jota de Bembibre) y de sociedades de recreo (en el Casino de la Unión, Café Moderno, Centro Berciano, Amigos del País y La Invencible).

. El recital de alboradas y leyendas (que tenía como telón de fondo el Romance del Arriero de Bembibre); las funciones de teatro (en el Casino de la Unión, en 1876); y las películas del cinematógrafo al aire libre (inaugurado en 1911).

. Las cucañas y juegos (que se ceñían a las carreras pedestres, de bicicletas, de obstáculos, de cintas, de sacos, de caballos, de becerros, de burros negros, de conejos, de gallos…); y el partido de fútbol (que se juega desde 1911 y que en 1916, es la génesis del Club Deportivo Bembibrense).

. El tradicional Mercado del Cristo (donde se vendían productos agropecuarios, pescados, aperos, manufacturas, mercaderías, lienzos, etc.); y la Feria de la Cruz (con transacciones de ganado vacuno, equino, cabrío, ovino…).

   
    
Manuel I. Olano Pastor
Museo Alto Bierzo
Concejalía de Cultura y Juventud

 

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