Friso castreño de La Ribera de Folgoso

La Ribera de Folgoso es una localidad berciana perteneciente al Municipio de Folgoso de la Ribera (León), que se emplaza a 714 m de altitud, en una fértil vega bañada por las aguas del río Boeza. Desde el punto de vista etimológico La Ribera proviene del vocablo latino “ripa”, demostrativo de su situación a orillas de un curso hídrico (García García, 1994: 156).

Existen menciones documentales sobre la población desde el 15 de agosto de 1225, al efectuarse una permuta de bienes en “el lugar de la Ribera”, entre el arcediano asturicense, Nuño, en representación de la Mitra Diocesana “propietaria de la iglesia de San Antolín de la Ribera” y los ribereños, Juan Martínez, presbítero y Domingo Tomás, agrónomo (Cavero y Martín, 1999: 338-339).

Grabado castreño del Corón de La Ribera

Abordar con garantía un ensayo que pretenda poner en valor el patrimonio artístico y gráfico heredado, requiere de la utilización de una pléyade de fondos de erudición tendentes a ayudarnos a desvelar la identidad de quienes nos precedieron en el tiempo. Lo que se evidencia en el caso de La Ribera de Folgoso a través del material recabado en:

  • Los yacimientos prerromanos y romanos de El Corón de Valdolla, El Corón de Valdemazán, Los Castros y Castrillos.
  • Las áreas de explotación aurífera de La Corona de las Torcas de Valdemazán, Las Torcas de Valdemazán, La Romana, El Poulo de la Plata, La Corona de las Torcas de la Vega, Las Torcas de la Vega y Valderromán.
  • Los despoblados medievales de San Antolín, El Llano de San Andrés y Santa Olaya.
  • Las necrópolis soterradas de El Campo de San Antolín y La Tierra de la Iglesia.
  • La toponimia indicativa del trazado de infraestructuras viarias El Puente de Castrillos, La Pombía, La Traviesa, El Carrerón Antiguo y El Camino Real.
  • La epigrafía referida al paso de una calzada romana por la zona (junto a la Ermita del Santo Cristo de La Ribera, aún permanece inhiesto un miliario del s. I d. C., que marca la milla XXII).
  • Los cartularios, tumbos y vademécums que incluyen registros manuscritos inherentes al  espacio de estudio.

De su lectura y cotejo deducimos que el registro arqueológico de La Ribera de Folgoso se circunscribe a la Protohistoria, al tránsito del Bronce Final (s. IX-VIII a. C.) a la I Edad del Hierro (s. VII-V a. C.), a través del hallazgo de una punta de lanza de bronce, de enmangue tubular y acanaladuras en la hoja, en El Corón de Valdemazán. Y se perpetúa en la II Edad del Hierro (s. IV-I a. C.) con la Cultura de los Castros del Noroeste Peninsular (s. VIII a. C. – s. II d. C.). Adentrándose en la Historia con la conquista de la comarca por las legiones romanas, tras las guerras sostenidas entre los años 29 y 19 a. C. con los indómitos astures y cántabros (Arias y Durán, 1996: 31-35).

La Pax Augusta impulsada por Roma trae consigo un proceso de romanización que promueve cambios sociales, políticos y económicos. Y cuyo planteamiento más inmediato es el establecimiento de colonos dedicados al aprovechamiento de los recursos agropecuarios y mineros y la apertura de vías de comunicación que faciliten el transporte de personas y mercancías hacia otros emporios de la demarcación asturicense. Estas comunidades vinculadas administrativamente a la Gallaecia romana acabarán por desaparecer en la tardorromanidad, siendo reemplazadas en la Alta Edad Media por los burgos de San Antolín, Santa Olaya y San Andrés, germen del actual núcleo urbano de La Ribera de Folgoso.

Este acontecer de los siglos hace que la geografía arqueológica de este paraje atesore en su comedio la huella imperecedera de astures y romanos y del poblador medieval, oculto en parte, por el paso del tiempo y el olvido y revelado en ocasiones, por causas naturales y antrópicas. Vestigios que son la clave para fundamentar nuestro principal objetivo, el conocimiento de ese periodo histórico definido como Cultura Castreña y cuyo máximo exponente es el Corón de Valdemazán, de La Ribera de Folgoso, un enclave habitacional de la Edad del Hierro, asentado en un pequeño cerro de la gran planicie de La Gándara, en la margen derecha del Boeza, que forma parte de la red de coronas de aprovechamiento áureo abierta por los romanos en la primera terraza de la depresión fluvial.

El Corón de Valdemazán

La geomorfología de este reducto es de planta ovalada y se aísla del terreno circundante con la apertura de fosos en las laderas septentrionales. No se perciben estructuras murarias defensivas ni de hogares en el baluarte, primordialmente porque la estratigrafía de ocupación más superficial fue alterada por causas antrópicas en 1957, al proceder a la plantación de vides en su interior. Es entonces cuando surgen múltiples testimonios de época astur, que se arrojan por las áreas en declive o se apilan en el propio hábitat.  El análisis y estudio de estos restos hizo necesario un exhaustivo trabajo de campo en los años 1981, 1984 y 2001, que sacó a la luz un conjunto de piezas relacionadas con el ajuar doméstico (cerámica común, terra sigillata hispánica, molinos circulares, barquiformes, etc.), la metalurgia (crisoles de fundición y escorias férricas), la construcción (tégulas, ímbrices, pizarras o placas decoradas)…

Documentos iconográficos de gran trascendencia visual para la arqueología castreña de la Cuenca del Boeza, son los fragmentos de friso de jamba o dintel del Corón de Valdemazán, localizados en 1984, en la vertiente meridional del yacimiento y que desde el año 1987 se conservan en el Museo “Alto Bierzo” de Bembibre (León). Piezas que exteriorizan un lenguaje figurado de entrelazados de ochos, semicírculos y líneas paralelas, ejecutado a bisel sobre un soporte de arenisca (con unas medidas aproximadas de: 42,5 x 23x 5, 5 / 30 x 22 x 5 / 21,5 x 22, 5×4 cm).

Esta simbología parlante que timbra las puertas de acceso a las viviendas más prominentes de los recintos prerromanos, incorpora una amplia tipología de entrelazados, sogueados, esvásticas, rosáceas…, que a tenor de las investigaciones de López Cuevillas sobre los castros del área galaica bracarense, es portadora de un mensaje codificado, garante de un proceso de jerarquización social o de un halo de protección fetichista (López Cuevillas, 1989: 272-275). Grabados asimétricos afines han sido descubiertos a la par en otros enclaves del Bierzo (Almázcara, Cacabelos, Igüeña, Noceda del Bierzo, Quintana de Fuseros, Turienzo Castañero, San Esteban del Toral, Valtuille de Abajo o Villabuena) y de la Galicia meridional (Mañanes Pérez, 1981: 142-143).

Sin embargo, decoración idéntica a la del Corón de Valdemazán de La Ribera de Folgoso, tan sólo se encuentra en castros del norte de Portugal (Pedra Formosa, Centro Cultural da Cámara do Municipio de Povoa de Lanoso, Braga y Pedra Formosa de Ribalonga, Museo de Arqueológia y Numismática de Vila Real). Peculiaridad que ponen de manifiesto Antonio Castro Castro y Norma Martínez Piñeiro, técnicos del equipo de expertos del Museo Arqueológico del Castro de Santa Tecla (A Guarda, Pontevedra), a partir de un método comparativo con representaciones geométricas análogas de otras instituciones museísticas. De ahí la importancia de unas piezas que poseen un horizonte cultural adscrito a la Cultura Castreña del Noroeste Peninsular y unos límites cronológicos que van del s. II a. C. al s. II d. C. A pesar de ello, no podemos olvidar que este tipo de expresión artística y los contenidos alegóricos que la caracterizan perviven en la Antigüedad Tardía (ss. III-VIII d. C.).

En la actualidad, El Corón de Valdemazán, tras el abandono del cultivo de la vid, está cubierto por un amplio manto vegetal que impide vislumbrar cualquier indicio de habitabilidad. Algo que no se corresponde con la realidad, pues la acción antrópica no alcanzó a todo el yacimiento y el nivel de destrucción estratigráfico del subsuelo apenas superó los 50 cm de profundidad, por lo que aún permanece oculto gran parte del registro arqueológico de otros tiempos.        

Finalmente, queremos agradecer la colaboración de las personas e instituciones que con su apoyo han hecho posible que esa búsqueda del pasado, iniciada en el año 2012, por la Concejalía de Cultura y Juventud del Ayuntamiento de Bembibre, con el proyecto didáctico denominado “Pieza del mes”, sirva para avanzar un poco más en el conocimiento de los orígenes históricos de nuestros pueblos y del legado patrimonial que salvaguardan. Reconocimiento que hacemos extensivo al Museo Arqueológico del Castro de Santa Tecla (A Guarda, Pontevedra), que ha tenido la gentileza de llevar a cabo el estudio etnoarqueológico de este singular friso; al Ayuntamiento de Folgoso de la Ribera por poner a nuestra disposición los expedientes de Bienes de Interés Cultural del Municipio; y a la Asociación Mineralógica “Aragonito Azul” por la realización del análisis petrográfico de la roca sedimentaria empleada en la talla de estas insculturas.   

BIBLIOGRAFÍA

. Arias Vila, F. y Durán Fuertes, Mª C. (1996): Museo do Castro de Viladonga,  Lugo.
. Cavero Domínguez, G. y Martín López, E. (1999): Colección Documental de la Catedral de  Astorga, T. I “646-1126”, León.
. García García, J. (1994): Pueblos y ríos bercianos. Significado e historia de sus nombres, Ponferrada.
. López Cuevillas, j. (1989): La Civilización Céltica en Galicia, Madrid.
. Mañanes Pérez, T. (1981): El Bierzo Prerromano y Romano, León.

 

Manuel I. Olano Pastor
Museo Alto Bierzo
Concejalía de Cultura y Juventud

 

 

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