La iglesia de San Juan de Montealegre. Una joya del arte románico en La Silva (Villagatón)

Por su indudable valor artístico la iglesia de San Juan de Montealegre  fue declarada Bien de Interés Cultural con Categoría de Monumento por la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, el 28 de octubre de 1993.

La iglesia de San Juan de Montealegre, de La Silva (Villagatón), es el último exponente del antiguo monasterio de canónigos regulares de San Martín de Montes. Se emplaza a la vera de un viejo camino medieval que desde Montealegre (Villagatón) se dirigía a Torre del Bierzo. Aparece documentado en el año 946, cuando su abad, Pimolo, acude al concilio de Monte Irago, que preside el rey de León, Ramiro II (931-951).

Tiempo después, este cenobio se desvincula de la autoridad episcopal y entra a formar parte de la monárquica, a la que pertenece hasta que en 1165, el rey de León,  Fernando II (1157-1188), lo dona con todas sus posesiones a la comunidad monástica de Poibueno (Torre del Bierzo).

En 1203 se integra en la Orden de San Juan del Hospital de Jerusalén, quizá por su condición de ángeles custodios de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela, como así se deduce de varios documentos redactados en los años 1204 y 1205 con el obispo de Astorga y el abad de Carracedo, para defender sus intereses respectivos y negociar las cláusulas de la adhesión. Será entonces cuando cambie su advocación por la de San Juan de Montealegre. A su vez, en 1767, verificamos un nuevo título: “San Juan de las Villas, iglesia de La Silva y Montealegre”; lo que se colige del análisis y estudio de la cartografía que sobre la zona realiza el ingeniero militar Carlos Lemaur, gracias al cual conocemos también la planta eclesial (la nave y la cabecera) y la de una construcción aledaña.

El sabio y docto sacerdote astorgano, Augusto Quintana Prieto, en su magistral obra: Temas Bercianos, editada en 1983, que profundizó un poco más en el conocimiento de este complejo monástico, afirma que “a finales del siglo XIX, por disposición de su Santidad Pío IX, pasó, como todas las demás propiedades de la Orden Hospitalaria, a la jurisdicción y propiedad de diócesis astorgana”. Llegando incluso a localizar la necrópolis de la comunidad abacial, que acogía sepulturas antropomorfas de “la primera mitad del siglo X”.

En 1925 el arqueólogo, Manuel Gómez Moreno, detalla en su Catálogo Monumental de la provincia de León, la excelsitud de este templo cenobial:

“Su cabecera es de estilo de transición, hecha hacia fines del siglo XII, con aparejo de sillería de granito marcada. Compónese de tres capillas: Semioctogonal la mayor, con arco apuntado y bóveda de cinco paños a hiladas horizontales y llanas, que se apoyan en cuatro nervios, juntándose los dos mediales antes de llegar a la clave del arco; su molduraje es de tres boceles, extrañamente dispuestos y con filetes entre medias.

El arco es llano y doblado; hay arquitos murales con guarnición de billetes, para credencias y cobijando ventanas abocinadas y ricas en molduraje por dentro y fuera. Los ábsides laterales prolongan algún tanto su semicírculo: Están abovedados a modo románico. De sus arcos es apuntado el uno y redondo el otro, y abren ventanas muy sencillas.

Entre las capillas avanzan semipilis acodilladas, con sus medias columnas para arcos medianeros, y otras finas en los codillos que abrían de recibir ojivas, formando un crucero, tal como al fin llegó a labrarse en el siglo XVI, aunque ya sin bóvedas. Los capiteles son de tipo corintio, con hojas lisas o retalladas, caulículos a veces, y además hay uno lleno de cabezas humanas y otro con dos hombres y tres leones.

Exteriormente ciñen la capilla mayor dos cornisas: La una de billetes y la otra de bocelón, quedando entre medias tres ventanillas; alero extensivo a tres ábsides laterales más abajo, con modillones variados, habiéndolos que presentan una figura con dos cabezas, bustos deformes, un hombre obsceno, cabezas de león, de toro y carnero, más figuras humanas, etc. Vale por zócalo una basa ática corrida, con su bocelón inferior muy desarrollado; y también le hay por dentro.

Consérvase el primitivo soporte del altar, cilíndrico, abierta encima su caja de reliquias, y un letrero rudísimo y consumido del que puede leerse esto:

SE FRE DEM TAD…
SCE MART…
SCI MARTINI…

En el siglo XVI hubo de completarse el edificio con crucero, un tramo de naves y espadaña a los pies. Las pilas hechas entonces son cuadradas, con medias columnas bien gruesas, soportando arcos llanos, a medio punto, y armaduras sencillas, ya ruinosas.

Los muros son de mampostería y en la puerta imítanse billetes y aún algo de disposición románica.

Ancho interior, por el crucero, 15,50 metros”.

En los albores de 1930 su fábrica se fue degradando, produciéndose el derrumbe de la techumbre, momento en que acontece la esquilmación del legado patrimonial y artístico que atesoraba. De éste, una exigua parte se salvaguarda principalmente en el Museo de los Caminos, de Astorga o en la cercana parroquia de Montealegre; mientras que la mayor parte permanece en paradero desconocido.

Los investigadores Luis Antonio Pastrana Giménez y David Gustavo López, en un artículo titulado San Juan de Montealegre, publicado en el periódico Proa el 24 de enero de 1975, se hacían eco de la decadencia y desolación de tan emblemático enclave, al referir que:

 “Aquí, en el fondo del valle, hay unas ruinas señeras a las que acompaña el murmullo sonar de las aguas del río La Silva, su único compañero y más fiel amigo. Y que describirla actualmente es hincar en el dolor de su agonía, pero nunca nos daremos cuenta de lo que hemos perdido si reparos o prejuicios nos obligan a callar”.

De aquellas reliquias del pasado, el Museo Alto Bierzo, de Bembibre, conserva entre sus fondos dos canecillos de arenisca, de fines del s. XII, que jalonaban los aleros de la iglesia románica de San Juan de Montealegre; y que habían sido donados en 1994 por la empresa Carbones Isidoro Rodrigáñez, con sede en la villa del Boeza.

Desde el punto de vista iconográfico están decorados con motivos zoomorfos, una cabeza de toro (alegoría de la fertilidad) y otra de carnero (alusiva a la crucifixión de Jesucristo); con unas dimensiones aproximadas de 30 x 77 x 17 cm y 29 x 93 x 17 cm, respectivamente. Este tipo de ménsulas son portadoras de un mensaje didáctico como se pone de manifiesto en el Liber Sancti Iacobi. Codex Calestinus.

La pérdida de claridad en la talla y la acumulación de materiales en superficie hizo necesario restaurar estos modillones en el año 2006, trasladándolos para ello al Taller de Conservación y Restauración de Obras de Arte y Bienes Muebles Proceso Arte, de Astorga.

Hoy los ecos de su pasada grandeza pueden contemplarse tras salvar el curso del arroyo que viene de La Silva por un sencillo puente y distinguir a través de la exuberante vegetación, la sólida espadaña del s. XVI con sus vanos para las campanas y la escalera de caracol que sube al campanario. De las tres naves y el crucero tan sólo quedan muros derruidos y diversos soportes (basas, fustes, pilares o columnas adosadas) encubiertos por el matorral. La cabecera compuesta por tres ábsides semicirculares es lo más significativo del edificio monacal; en el ábside de la izquierda se ven dos tragaluces, parte de la bóveda y algunas pinturas murales polícromas con motivos geométricos; en el ábside del centro, poligonal y de mayores dimensiones que el anterior, es de admirar el cuidado diseño de una ventana de arco de medio punto con moldura ajedrezada; en su interior y adosado a la pared, aún se conserva el pie cilíndrico del altar, un miliario romano reaprovechado perteneciente a la Vía Nova o vía XVIII del itinerario de Antonino; en el ábside de la derecha únicamente se observan varios elementos estructurales de arquitectura mural y de un vano.

Son de destacar asimismo los signos labrados en los sillares de la cabecera, que nos informan de la identidad de los artesanos que la levantaron y entre los que estaría el maestro constructor. En uno de los bloques pétreos aparece cincelado un rostro humano junto a un signo lapidario (que no guarda relación con los fenotipos de la época y que tal vez sea posterior en el tiempo); en otro una estrella de diez puntas al lado de un símbolo que parece una concha o vieira; y en otro seis círculos entrelazados en una cartela flanqueada por dos marcas de cantería.

En la actualidad sus ruinas centenarias languidecen en el umbral de la desaparición acuciadas por el abandono y el escaso interés mostrado para su puesta en valor. Quizá de prosperar el reconocimiento de las rutas de La Cepeda y de Manzanal “como itinerarios del Camino de Santiago por Castilla y León”, no haya mejor albergue para los peregrinos que opten por este trazado alternativo que este templo consolidado y rehabilitado, haciendo honor a su antigua condición de hospedería de la Orden de San Juan y de hito histórico y artístico de la strata sancti Jacobi.

Manuel I. Olano Pastor
Museo Alto Bierzo

 

 

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