Pablo Huerga Melcón, este viernes en las Tardes Literarias de Bembibre

pablo huerga

El profesor, filósofo y ensayista Pablo Huerga Melcón, autor de ‘El fin de la educación’, Premio de las letras Asturianas en 2009, y ‘La ventana indiscreta’, un ensayo filosófico materialista sobre el cine, estará el próximo viernes 8 de abril en Bembibre, con motivo de las Tardes Literarias. Su charla será a las 19 horas en el salón de actos de la Casa de las Culturas de la villa del Benevívere.

Premio de las Letras Asturianas en 2009 por su ensayo ‘El fin de la educación’, Pablo Huerga Melcón es un filósofo y ensayista nacido en Benavides de Órbigo, «una ‘villa’ arraigada en el trabajo y el esfuerzo, que a pesar de que también sufrió a su modo el maremoto de dinero europeo que arrasó España, sigue adelante. Un referente renovado en la comarca del Órbigo y en la provincia de León. Siempre lo ha sido. No hay más que ver las Fiestas del Cristo, año tras año».

Formado en la Facultad de Filosofía de Oviedo, donde realizó su tesis doctoral con el maestro Gustavo Bueno, «el mejor filósofo español del siglo XXI, y uno de los más grandes de todos los tiempos», asegura Pablo, quien desea que la obra del autor de ‘El mito de la cultura’ se divulgue y sea leída todo lo posible por los españoles, porque «en su trabajo hay ante todo una exaltación de la firmeza, de la fortaleza, de la resistencia, de la tenacidad, el altruismo y el rigor racionalista contra el fanatismo y el papanatismo ideológico que hoy hunde a España en la miseria». En este sentido, está convencido de que aquellas personas que estén en disposición de leer alguno de los magníficos libros de Gustavo Bueno, estarían salvadas de la barbarie. Así de contundente se expresa este profesor de Filosofía y Coordinador de Nuevas Tecnologías en el IES Rosario de Acuña de Gijón.

‘El fin de la educación’ es un ensayo de análisis filosófico de la educación desde el materialismo filosófico, que estudia el origen histórico de la escuela en su vinculación con transformaciones históricas como el origen de la escritura alfabética, así como de las crisis de personalidad que han ido fraguando la Historia. Se lamenta Pablo que ahora ya ha desaparecido de este premio la categoría de ensayo en la que le cupo la suerte de participar.

Aparte de este laureado ensayo, ha publicado ‘La otra cara del Guernica’, un extraordinario análisis del cuadro de Picasso, y ‘La ciencia en la encrucijada’, que recoge su trabajo de Tesis doctoral sobre el físico soviético Boris Hesse, siempre desde el materialismo filosófico, que es una doctrina de raíces profundas y lejanas, arraigada en los mismos orígenes de la filosofía académica, en Grecia, y construida por Gustavo Bueno en una serie de libros que, para él, son fundamentales: ‘Ensayos materialistas’, ‘El animal divino’, ‘Teoría del cierre categorial’, ‘España frente a Europa’, ‘El sentido de la vida’, entre otros, habida cuenta de que la obra del filósofo Gustavo Bueno es extensa y sustanciosa.

Argumenta Pablo que el materialismo filosófico consiste en analizar las ideas filosóficas considerándolas como entidades materiales (dotadas de una materialidad no tangible, pero tampoco reducibles meramente a pensamientos o productos psicológicos), por tanto, en conceder a la Filosofía un valor como disciplina académica sustantiva. «Además, el Materialismo entiende esta disciplina como un saber de segundo grado que se alimenta del propio desarrollo de las ciencias; un saber que considera las ideas como surgiendo y realizándose a través de las ciencias, artes y técnicas, en conflicto constante; y que usa la disciplina de la symploké platónica para analizar dichas ideas y sus conflictos, es decir, el pluralismo filosófico, entendido como racionalismo operatorio, no como relativismo; que no se conforma con tomar a las ideas en sus totalidades lingüísticas o estéticas y las analiza en sus componentes materiales y sus conflictos histórico-dialécticos».

Por tanto, se podría decir, en palabras de Pablo, que el materialismo filosófico es la única forma de practicar el arte de la filosofía académica hoy en día. «Pero es difícil de entender, de desarrollar, y de leer», matiza. «Lo que hoy se entiende por filosofía en general, no tiene nada que ver con la disciplina académica, o tiene tanto que ver con ella, como cualquier otra cosa; y los que suelen practicarla en tertulias y programas de radio, no suelen ser filósofos, sino más bien los nuevos sofistas. Pero es un fenómeno inevitable en democracia, como ya pronosticó Platón».

Como buen filósofo, señala que la Filosofía ha sido entendida tradicionalmente como la medicina del alma. Y el papel que debería cumplir hoy es criticar, analizar y dar la batalla de las ideas en la medida de lo posible. «La filosofía se ejercita siempre a la contra. Ahora, no puede salvar el mundo, ni curarlo. Si se está vivo, se está enfermo. Comprender el presente histórico, analizarlo, conocerlo todo lo que se pueda, es tarea de la filosofía; de los hombres, de los pueblos, condenarse o salvarse», nos previene, consciente de que si la enfermedad del mundo es una enfermedad moral no hay duda de que la Filosofía tiene un papel importante que desempeñar. «Ahora bien, si la enfermedad del mundo consiste en haberse insensibilizado con respecto a la filosofía, la cosa se complica, y seguramente el mundo enfermo, el mal de Europa es precisamente éste. Ya lo pronosticó hace muchos años Edmund Husserl en un libro famoso: ‘La crisis de las ciencias europeas’. Nos hemos dejado arrastrar por el maquinismo desalmado».

Pablo, que en tiempos fuera profesor asociado de la Facultad de Filosofía de Oviedo, ha publicado en revistas como ‘El Basilisco’, ‘El Catoblepas’ o ‘Paideia’, entre otras, así como en diversos medios periodísticos. Es coautor de varios manuales de Filosofía de Enseñanza Secundaria y Bachillerato. Y ha colaborado también con la Universidad Autónoma de México en diversos proyectos editoriales, dirigidos por su amigo, el profesor mejicano Carlos Massé Narváez, desde el año 1999, cuando coincidió con él en Cuba en un congreso de Ciencia, Tecnología y Sociedad, adonde iba a presentar su ópera prima ‘La ciencia en la encrucijada’. «Nos conocimos en Camagüey y pasamos también algún buen rato en La Habana. Era cuando el neoliberalismo empezaba a hacer estragos en el mundo académico universitario hispanoamericano a través de la OEI. Desde entonces siempre que me lo han pedido, he colaborado con ellos, y son ya varios los proyectos. Creo que les ha interesado la perspectiva del materialismo filosófico de Gustavo Bueno», rememora este autor leonés,  quien reconoce que su tierra es pródiga en escritores y estudiosos, como es el caso de Fray Bernardino de Sahagún, «sin duda uno de los más importantes eruditos leoneses de todos los tiempos». Asimismo, dice que ha leído con gusto a Llamazares, y a Luis Mateo Díez. «Recuerdo que hace ya muchos años hicimos la ruta del Curueño con tienda de campaña, siguiendo el libro de Llamazares, ‘El río del olvido'».

León cervantino

Su pasión por ‘El Quijote’ le lleva a fantasear con que León es una provincia literaria por el hecho de utilizar la lengua de Cervantes, puesto que hay quien piensa que Cervantes tenía orígenes leoneses-gallegos «(vamos, de los Ancares, donde existe un pueblo llamado Cervantes), me refiero al libro de César Brandáriz, ‘Cervantes descodificado’, precisa. Y añade: «tal vez la idea procede del caso del caballero leonés y Zoraida que se narra en el episodio de la venta, en la primera parte de ‘El Quijote’; un episodio que podría tener tintes autobiográficos, al parecer». No obstante, la tesis resulta  cada vez más difícil de defender –sostiene–, habida cuenta de que se ha encontrado incluso hasta la partida de bautismo de Sancho Panza en Esquivias, según la investigación de Sabino de Diego; pero para un leonés es estimulante. «Pensar, por ejemplo, que la ínsula Barataria hubiera estado ubicada en Benavente…», sentencia con humor Pablo, que recuerda con añoranza su lugar de nacimiento, donde todo el mundo sabe quién es, «o puede saberlo, si quiere».

Benavides es, según Pablo, arcilla, ladrillos, vino, sol y viento helado de Galicia. La conciencia clara del trabajo impostergable y pese a todo. El calor de Las Tejeras en invierno. La trémula sombra del camión Pegaso 170 de su padre atravesando la carretera hacia Zamora cargado de ladrillos, después de comer. Su familia. La Matanza. Recuerdos de una infancia encapsulada en el tiempo. «Mirar desde la ventana de la escuela la ventisca con nieve racheada mientras un rebaño de vacas se dirige a la plaza del ganado. Los garrafones de vino de Melcón vacíos, apilados en el patio de un bar en Quintanilla del Monte, a las tres de la tarde de un día de agosto. Cosas que nunca te diré. El peso del tiempo». Benavides es, en definitiva, un laberinto de recuerdos que le ayuda a dormir todas las noches.

La ventana indiscreta

Su última obra hasta ahora se titula ‘La ventana indiscreta’ (editorial Rema y Vive, 2015), con resonancias hitchcockianas. No en vano, se trata de un ensayo filosófico materialista sobre el cine, que ofrece un análisis de algunos aspectos del ‘séptimo arte’ desde la perspectiva de la Teoría del Cierre Categorial de Gustavo Bueno. En este libro, aborda el viejo problema de la proximidad entre el arte y la ciencia, a la vez que propone algunas ideas audaces sobre el arte que seguro generarán alguna polémica interesante. «Creo que es mi libro más original y comprometido y me encantaría que se leyera. Es difícil, porque el ejercicio de la filosofía así lo requiere, pero me parece que puede resultar muy interesante. Lo recomiendo. Tengo que agradecer a mis amigos de la editorial Rema y Vive de Gijón, por haberme dado la oportunidad de escribir y publicar este trabajo».

El cine, como quisiera el cineasta ruso Eisenstein, podría ser un medio de expresión capaz de aunar el lenguaje lírico y el lenguaje de la razón. El cine no sólo como arte, el Séptimo (una síntesis de las seis bellas artes anteriores, a saber, la arquitectura, pintura, escultura, danza, música y poesía) sino como ciencia (‘humana’), una forma de conocimiento científico (verdad), tesis que sostiene el filósofo HuergaMelcón en su volumen ‘La ventana indiscreta’, en evidente alusión a una de las mejores películas del mago del suspense y a la metáfora del cine como ventana indiscreta, a la que podemos asomarnos desde distintos ángulos, planos y enfoques. En esencia, ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock recrea de un modo sorprendente el mito de la caverna platónico, según Pablo, quien aclara asimismo que el término ‘humana’ (en alusión al cine como ciencia humana) no es porque trate del ser humano, sino en cuanto trata «estructuras o procesos dados, sí, por la mediación de los hombres, pero que no son por sí mismos propiamente humanos».

Tomando como punto de partida el materialismo filosófico –la Teoría del Cierre Categorial del maestro Gustavo Bueno–, el profesor y filósofo de Benavides de Órbigo hace un análisis del cine, desde una perspectiva gnoseológica, llegando a la conclusión de que es una categoría nueva de la realidad, ‘la Poética del siglo XX’. Por tanto el cine, aparte de ser considerado como entretenimiento y ‘fábrica de sueños’, manipulación, montaje, engaño, opio, ideología o propaganda, incluso como lenguaje y discurso filosófico, es el arte de la imagen en movimiento (belleza, simulación mimética), poética de la pintura, pintura en el tiempo, ‘pintura en acción’, según hemos visto, por ejemplo, en el cine de Greenaway, o bien en ‘La mirada de Ulises’, de Angelopoulos, que cita Pablo Huerga, el cual también se refiere al ‘Séptimo Arte’ como ‘poesía pintada’ sosteniendo la tesis de que ‘la Pintura constituye la Materia del cine, y la Poesía constituye la Forma del cine, en su articulación dialéctica’.

El cine como ‘máquina del tiempo’, ‘techné’ o arte tecnológico, y aun como ciencia (verdad como identidad sintética, realidad representada), ‘ciencia del Presente’, en la que se dan cita a su vez diversas ciencias, desde la psicología (el fenómeno phi, efecto estroboscópico) y la fisiología de la percepción (la persistencia retiniana) hasta la termodinámica, la química, la física, etc.; o ‘ciencia de la praxis’, en cuanto hay ‘simulación de acciones finalistas en presente dramático’, escribe el propio ensayista en su libro. La verdad en el cine, nos aclara, «no reside en si lo que vemos es verdadero…, porque esto es irrelevante para el espectador, si el truco está bien hecho. La verdad en sentido gnoseológico en el cine tiene que ver con lo que narra…», con lo que construye y reconstruye, diríamos. Incluso una gran parte del cine de ciencia ficción, señala el autor, «está plagado de elementos verosímiles o ideas perfectamente comprensibles, de teorías científicas, etc., que no pierden interés por más que estemos ante acontecimientos de carácter ficticio…». Por tanto, el cine es una forma de conocimiento, más o menos organizado, una ciencia, “todo lo débil y discutible que se quiera, pero una disciplina de carácter científico…, que nos ayuda a analizar y comprender mejor nuestra propia vida», según HuergaMelcón, quien nos ofrece un excelente análisis a través de sustanciosas películas (‘Ciudadano Kane’, ‘Rashomon’, ‘Koyaanisqatsi’, ‘En busca del fuego’, ‘BladeRunner’, ‘El acorazado Potemkin’, ‘El sol del membrillo’, ‘En construcción’, ‘El cielo gira’, ‘La familia’ de EttoreScola, o ‘La ventana indiscreta’…), que da título a este libro, imprescindible para estudiosos y devotos del cine.

Manuel Cuenya

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