Un ‘maquillado’ Lesbos recibe al Papa Francisco

Hoy Lesbos no será Lesbos. Ni tan siquiera una isla griega donde sus ciudadanos -nominados al Nobel de la Paz- han acogido durante el último año, a cientos de miles de refugiados. Tampoco Moria será Moria. Ni un centro de detención desde donde se realizan devoluciones forzadas, tras el acuerdo de la Unión Europea con Turquía. Hoy no habrá gases lacrimógenos en Idomeni. Ni el Egeo estará picado. Porque hoy, sólo hoy, los refugiados volverán a ser personas que huyen de lugares donde quieren que mueran, y retornan de sitios donde no quieren que vivan.

No sé de dónde vengo, ni tan siquiera a dónde voy. Un día, tras volver de la escuela, mis papás tenían todo recogido. Todo era nada, porque la nada cabe en nuestro equipaje. “Hay que huir”, gritaban. Y lo hicimos.

Desde entonces vivimos en una casa que tiene las paredes de tela y la puerta de cremallera. Hace frío, pero si nos acurrucamos se nota menos.

Yo, estoy contenta por dos cosas. Una es porque todas las demás casas son iguales a la nuestra. Y otra es porque mis papás dicen que ahora tenemos “menos que nada”. Eso debe caber aún mejor si volvemos.

Pero también estoy triste. Y lo estoy porque un muro muy alto de alambre y hormigón no nos deja ver Europa, y porque hemos llegado después del 20 de marzo, que debe ser peor que haberlo hecho antes.

No sé muy bien qué es Europa, pero hoy nos visita un señor que viene de allí. Le haremos un hueco en nuestra casa. Le enseñaré las sandalias que se me rompieron durante el camino. Y la ropa vieja. Le contaré que cuando él no está, es con lo que me visto y con lo que ando. Le llevaré hasta la charca donde, antes de que la llenaran de arena, metía mis coletas. E iremos hasta la pared donde antes de pintarla de blanco, los mayores habían escrito con letras negras “Libertad de movimiento” y “Abrid las fronteras”.

Menos mal que viene hoy. Porque hoy tenemos ropa y zapatos nuevos. Y mucha comida. Los policías sonríen y el sol brilla.

Ayer llovió y mañana dicen los que saben, que también lo hará.

Hoy los huérfanos volverán a tener padres. Y los descalzos zapatos. Hoy no habrá barro, ni lluvia, ni frío, ni hambre. Europa volverá a ser su sueño, porque el destino les prestará cinco horas de futuro. Hoy el Papa Francisco, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla y el arzobispo ortodoxo de Atenas y Grecia les visitarán. Pedirán a la comunidad internacional un mayor esfuerzo de acogida. Agradecerán a los voluntarios la ayuda prestada. Y lanzarán coronas de flores al agua. Mañana será otro día, como lo fue ayer. Mañana no será futuro, porque será presente marcado de pasado. Mañana veremos de nuevo las huellas sobre el barro y el agua de lluvia ensombrecer sus siluetas. Porque mañana unos se habrán ido y al resto les habrán expulsado. Mañana Moria volverá a ser lo que ayer fue, un túnel sin salida.

Pero los niños podrán volver a meter sus coletas en la charca.

Luis Alberto Rodríguez Arroyo

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