El ruiseñor y la rosa

Es este un poema largo –casi doscientos versos– que parece traído del romancero medieval: Enrique Gil escoge unas redondillas de pie quebrado para un ameno diálogo amoroso entre el ruiseñor y la rosa “basándose en el cuento persa del ruiseñor Gul enamorado de la rosa Balbul, difundido por El Giaour de Byron, [Gil] escribe una meditación totalmente personal con una economía de medios sorprendente en la época”, escribe Picoche, quien no precisa la fecha del poema, posiblemente escrito en 1838.

El Ruiseñor, pobre pájaro que solo tiene por riqueza amor y libertad, es el propio Poeta; la Rosa “virginal” es, una vez más, la idealización femenina de Gil: “¿El espíritu amoroso que en ti habita mis penas escuchará?”. Al final del primer parlamento del Ruiseñor, reaparece la gota de rocío, “gota es mi amor de rocío que va en tu copa olorosa…”, como una imagen erótica a la que la flor corresponde con una invitación: “canta, pájaro tierno…”. Pero dejemos que cante la voz dolorida del poeta:

Canta, pájaro tierno, tu esperanza,
de primavera al rutilante sol,
que allí está mi vivir y mi bonanza
y es de su luz traslado mi arrebol.

Cuando me agoste el fuego del estío,
mi espíritu los aires cruzará,
y el perfume tímido, amor mío,
a tu marchito pico llevará.

Y al soplar de las brisas de otro mayo
florecerá mi amor y dulce bien,
y pálida luna con su rayo
te alumbrará en un árbol del Edén.

Valentín Carrera

Ilustración: Juan Carlos Mestre, de la serie El Señor de Bembibre, 2015.

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A la venta en las principales librerías. Distribuye: Latorre Literaria

 

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