Recordemos hoy y por siempre

Victor Corcoba

Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo. Es saludable evocarlo y reflexionar sobre ello. Millones de niños judíos perecieron en el Holocausto, víctimas de la persecución de los nazis y sus seguidores. En estos momentos hay demasiados escándalos e injusticias, demasiada corrupción y codicia, demasiado desprecio y mentira, excesiva violencia que lleva a la miseria y a la muerte. Los actuales líderes políticos y económicos debieran deliberar mucho más sobre el estado de derecho que, a mi juicio, es fundamental en la prevención de conflictos. En todo caso, ningún poder tiene derecho a privar a su ciudadanía de la esperanza, que es hablar del porvenir. Ciertamente, el futuro enlaza con el pasado y el presente. Por consiguiente, conocer nuestra historia con sus errores y sus logros positivos, como vivir el momento actual, nos ayuda a ver las cosas de otra manera.

El recuerdo del Holocausto (27 de enero de 2012) nos enseña que todos fueron víctimas de una ideología inspirada por el odio que los calificó como «inferiores». La hambruna en varias zonas de Somalia y otros pueblos de diversos continentes, nos llama hoy a los seres humanos a no olvidar la situación de miseria con la que conviven personas, que pudiera ser yo mismo. El que Noruega acoja a niños refugiados que huyeron de Libia es una lección de asistencia humanitaria, que pone voz a relatos tremendos. Hoy, al recordar a los que perdieron su vida en las inútiles guerras, hay que seguir haciendo llamadas a todas las naciones para que protejan el estado de derecho, a los ciudadanos más vulnerables, independientemente de su color de piel, genero, creencia religiosa o raza. Toda persona sensata comprende la necesidad de promover un clima de paz y entendimientos entre las diferentes culturas y religiones.

La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que en los últimos tiempos ha tomado posiciones ventajosas. ¿Donde están, en consecuencia, los avances humanos? Vivimos en la era del griterío. Se habla a gritos. Se amenaza por costumbre. Intimidaciones a la persona, a la sociedad, a la familia, a la nación…; tienen siempre su origen en nuestra debilidad humana. Decía Montesquieu que «una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad». Por desgracia, nos desbordan las sinrazones, que ayer también fueron ejercidas contra los desdichados, y que hoy recordamos para no tropezar en la misma piedra. El mundo, por otra parte, tiene que prestar mucha más atención al mundo juvenil, ha de saber escucharlo y valorarlo. Educar a los jóvenes en la justicia y la paz es una tarea que atañe a cada generación. Las tragedias de las dos grandes guerras mundiales, que recordaremos por siempre, nos invitan a ser cada vez más conscientes de la necedad de las contiendas.

El holocausto es, sin duda, una herramienta de aprendizaje acerca de la importancia de proteger el estado de derecho de los países. Según el informe del año 2004 elaborado por el Instituto de Investigación de Stanford, “la educación sobre el holocausto no es sólo un emprendimiento académico sino la mejor manera de vacunar a la humanidad contra futuros genocidios”. A mi manera de ver, estimo que es bueno recordar estas tragedias inhumanas, para que no se vuelvan a producir. Por esta lección del pasado, de la que tenemos que tomar buena nota, sabemos que no es bueno rearmarse, como tampoco lo es violentar los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos, el no seguir las reglas internacionales de Naciones Unidas pueden conducir a la ruina de la humanidad.

La victoria del estado de derecho sigue siendo la mejor garantía de respeto a la ciudadanía. La caída de los valores democráticos, que ha favorecido los errores de ayer, debe ponernos vigilantes sobre el modo en el que hoy la convivencia es anunciada y vivida. Precisamente, el Secretario General de la ONU, acaba de pedir al consejo de seguridad un mayor compromiso para impartir justicia en las zonas de conflicto y postconflicto. Ahora bien, la pregunta me surge de inmediato: ¿cómo transmitir esta justicia?. Tiene que ser una justicia extensiva para toda la humanidad, nadie puede quedar excluido, de lo contrario será un injusticia más. ¿Y cómo luchar por esa justicia, más allá de las palabras de la ley?.Quizás defendiendo la vida de cada uno y de la de todos, y abrazando la verdad como si fuese el pan de cada día. Por eso, quizás por eso, tengamos que rechazar como ha dicho Ban «todos los pedidos de amnistía por genocidio, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y graves violaciones a los derechos humanos y las leyes internacionales». Desde luego la necesidad de la justicia se pone especialmente de manifiesto cuando es preciso abordar las consecuencias de las atrocidades cometidas durante el periodo de conflicto. En  vista de lo cual, sólo puede crearse un entorno de seguridad y paz duradera con una justicia fuerte que debe ser independiente, transparente, representativa e imparcial.

En suma, recordemos hoy y por siempre, que una justicia que llega tarde no es justicia. De ahí la necesidad de trabajar para restablecer y fortalecer los sistemas judicial y legal en los países que se recuperan de una guerra. El respeto de los derechos y deberes son esenciales para aprovechar plenamente el potencial humano de las naciones y los pueblos. Si fracasamos en conciliar la justicia con la vida, fracasaremos socialmente en todo. Al fin y al cabo, conviene también recordar que la justicia se defiende con la razón y nunca con las armas. Es fundamental, pues, seguir creando condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional. Si en verdad queremos un mundo de paz, hay que poner decididamente la inteligencia al servicio del estado de derecho, porque las buenas costumbres, y no la fuerza, son el verdadero camino y, el ejercicio de la justicia, el caminante de la libertad. 

Víctor Corcoba Herrero / Escritor

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