Las misteriosas huellas de Aguilar de Anguita

Esta historia-real como la vida misma- se inició hace ya bastantes años, (1977) siendo yo estudiante de Ciencias Geológicas en la U. Complutense de Madrid. Cierto día viajaba junto con dos de mis compañeros y amigos de clase, Rogelio Marcos Cuadrado y Giuseppe Giannini Pardini al campo, para realizar uno de los estudios que como ejercicios prácticos debíamos efectuar dentro de nuestra formación académica. Para el geólogo el campo es el lugar habitual de trabajo. Avanzábamos por la N-211 y unos tres km. al NE del pueblo de Aguilar de Anguita (Guadalajara), vimos en la margen Sur-creo recordar- de la carretera una extraña figura en el borde. Detuvimos el automóvil y nos dispusimos a ver que era aquello. Este fue el inicio de una labor de investigación que en la modesta medida de nuestras posibilidades y conocimientos realizamos aquel día y según creo recordar otro u otros mas. Tomamos fotos de lo que veíamos, hicimos gráficos (los hizo G. Giannini) y empezamos a indagar que diablos podía ser aquello. Todo ello evidentemente por iniciativa propia, pues, la labor encomendada por nuestros profesores, era asunto diferente.

Lo que observábamos era un antiguo suelo submarino en la que se veían (petrificadas lógicamente) las huellas (rizaduras u ondulaciones), similares a las que observamos en cualquier playa de nuestros días, pero,…. en el interior de la provincia de Guadalajara. Este detalle a aquellas alturas de la carrera ya no nos sorprendía mucho, pero había más y esto era lo que nos asombró. Sobre lo que nos parecía, una antigua playa (de hace unos 200 millones de años); “algo” es decir algún objeto de cierto peso había dejado una serie de huellas enormes. La primera idea en la que pensamos fue en algún animal de los ya extinguidos (similar a los dinosaurios, por ejemplo); que se había dado un paseo hacia millones de años por lo que entonces debía ser el borde de un mar hoy ya inexistente. Eran “pisadas” (había muchas y todas parecidas), de un tamaño que en algún caso superaban los 80 cm. El “bicho” que las habría realizado debía ser de un tamaño descomunal.

El problema es que no éramos capaces de saber que tipo de animal había dejado aquellas curiosas “pisadas”. Miramos algún libro (que buscó según creo recordar Rogelio Marcos) realizamos un pequeño informe manuscrito en parte, (de puño y letra de Giannini) e incluso hablamos con al menos dos profesores por lo que yo recuerdo. Ambos creo que dijeron que aquello no debían ser pisadas de bicho alguno, si no algo diferente. Incluso uno de ellos debió indicar que la explicación habría que buscarla en la génesis de estructuras o formas curiosas, (para que se entienda) que se pueden provocar por el movimiento de las olas por ejemplo. Pero aquello que veíamos nos seguía intrigando; porque ni siquiera nuestros profesores nos dieron una explicación nítida, concreta y convincente. A mi que entonces que aún estaba muy familiarizado con las faenas agrícolas aquellas pisadas me recordaban,…… a las de las vacas de mi pueblo, (ver figura adjunta) pero claro,…… tenían un tamaño descomunal (diámetro de casi 1 metro).Además los mamíferos actuales no podían en modo alguno haber existido en Era Secundaria (hace más de 65 millones de años)

Total que como no hallamos respuesta alguna convincente nos olvidamos del asunto y solo la casualidad y mi afán por guardar todo aquello que tenga un mínimo interés hizo que el informe y las fotos se conservasen. Finalizamos la carrera y cada uno de los tres “investigadores” nos fuimos por un lado. Yo al Bierzo donde seguí en alguna ocasión dándole vueltas a las misteriosas “pisadas”, hasta el punto de escribir ya años después de finalizar la carrera a una especialista de Asturias que al parecer sabia bastante de dinosaurios para ver si se aclaraba el asunto. Creo que no hubo respuesta. También me puse en contacto con una asociación del pueblo de Salas de los Infantes (Burgos) dedicada al estudio e investigación de huellas de dinosaurios, pero nada logré aclarar.

REENCUENTRO CON LA UNIVERSIDAD

Las circunstancias de la vida hicieron que años después de finalizar la carrera, trabase gran amistad con uno de los que habían sido mis profesores en la Universidad (D. Luis Carlos Suárez Vega) que a menudo venía al Bierzo y que continuaba en activo en la Universidad. Como no podía ser de otro modo hablé de aquellas misteriosas “pisadas” y le envié copia del estudio de nuestra época de estudiantes a Madrid, a la facultad donde habíamos estudiado los tres “investigadores” y descubridores de las “pisadas”. Ahora si (era la Navidad del año 1997), hubo una respuesta que parece cerrar el caso. Esas huellas no eran debidas a pisada de ningún animal. Lo que había ocurrido hacía millones de años en aquel paraje, era que en medio de lo que entonces era limo (dolomías actualmente) se había quedado enterrada cierta cantidad de materia orgánica (algas p. e.) que al descomponerse generaba gas, el cual en un momento dado ascendía arrastrando consigo parte del limo y provocando pues un hueco a escasos centímetros de profundidad, que se colapsaba. En los puntos de salida del gas, quedaba un pequeño promontorio rodeado de zonas deprimidas. El resultado eran estructuras muy curiosas (adjunto dos imágenes de una de las mas singulares), que ligeramente retocadas por la lámina de agua que las cubría, (una antigua playa), petrificadas posteriormente (diagenizadas) y quizá afectadas por algún otro fenómeno bien conocido por los geólogos (ligeros esfuerzos tectónicos por ejemplo) dio lugar a lo que vimos en el bode de la carretera. Hoy en día estructuras de este tipo deben estar bastante bien documentadas. La Geología, como cualquier otra rama de la Ciencia avanza a un ritmo cada vez mas acelerado.

Puesto que no pretendo escribir un artículo de alto nivel científico no me entretendré en dar mas detalles técnicos sobre el tema. Lo que importa en este caso es aclarar que las “pisadas” no eran tales. Se trataba de estructuras formadas por mecanismos que nada tienen que ver con los paseos de ningún tipo de animal.

Con el paso de los años y por diversas circunstancias me he vuelto a encontrar cada vez con más frecuencia con mis antiguos compañeros de la Facultad de Geológicas, (entre ellos los dos, aun amigos míos con los que realicé aquel trabajo) y de nuevo hablamos del tema de las enigmáticas “pisadas”. Fue la excusa suficiente para que de nuevo y utilizando los modernos métodos de búsqueda de información, (que cuando era estudiante no existían); volviese yo a retomar el tema. A través de la Red consulté datos sobre la geología de la zona (Hoja Geológica de Maranchón. Nº 462) y otras informaciones más que tienen algo que ver con el tema. Me di cuenta que ya en el año 1981 en la Memoria correspondiente a esta hoja geológica, se cita la presencia de materia orgánica justamente en las rocas que se encuentran en el paraje donde aparecían esas enigmáticas “pisadas”. Aquí esta pues la pista clave que hace 40 años yo y mis dos amigos no supimos encontrar. No obstante y aunque podría ya he dicho que no quiero entrar ahora en explicaciones geológicas complicadas. Está claro que el “misterio de las pisadas” está resuelto y punto.

“Nunca es tarde si la dicha es buena”. Ahora ya entrado en “añitos” resulta que tengo más ganas de estudiar que cuando estaba en la Facultad y por ello formo parte de GEOSEN, una asociación sin ánimo de lucro, constituida por profesionales de la geología que no se resignan a que el paso del tiempo sea un impedimento para seguir en contacto con el mundo de la geología y para seguir prestando apoyo de modo altruista en este caso a la sociedad. Poco a poco se van incorporando a GEOSEN mis antiguos compañeros de facultad.

Todo esto ha sido la excusa perfecta para elaborar este artículo. Cuando en la Universidad salíamos al campo para estudiar el terreno, solíamos amenizar los viajes cantando dentro del autobús canciones (inventadas por nosotros), que a menudo hacían alusión a nuestros profesores, a la geología y al estudio en general. “Que bonito es estudiar”, decía una de ellas y pienso que historias como esta hacen buena esa frase.

Rogelio Meléndez Tercero

 

 

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