Rodanillo, 100 años de una historia real: el niño robado y recuperado por el coraje de sus padres

A finales del siglo XIX y comienzos del XX, Rodanillo-Bembibre (León-España) sufrió una pérdida de población importante, como otros muchos pueblos de la comarca berciana. Un gran número de vecinos, incluidas familias enteras con niñ@s muy jóvenes, emigraron al continente Americano en busca de un futuro mejor.

María del Rosario Arias González y Balbino Gómez Cubero, nacidos, casados el 26 de mayo de 1906 y vecinos de Rodanillo, se trasladan a comienzos del siglo XX y se asientan en El Rabón, en el Departamento General Obligado, provincia de Santa Fe en pleno Chaco Santafesino de la Argentina, dedicándose a la agricultura.

Luis Gómez Arias (hijo de leoneses robado)
Luis Gómez Arias (hijo de leoneses robado)

La mañana del 11 de octubre de 1918 Luis Gómez Arias, el 5º hijo de este matrimonio berciano, de tan solo dos años y medio, desaparece sin dejar ningún rastro. Sus padres desesperados lo buscan moviendo cielo y tierra. La policía local que investiga la desaparición achica el pozo de la finca, deshacen las pocilgas de los cerdos, por si éstos se lo hubieran devorado, rastrean como 50 hectáreas de lino a punto de cosechar, estropeándose el trabajo y esfuerzo de un año de trabajo. Parece como si la tierra se lo hubiera tragado.

Los desconsolados padres y peones, pagados por ricos hacendados de la región, investigan lugares vecinos, recorriendo día y noche los caminos y senderos. Se registran los montes, se vadean los arroyos, las lagunas, los ríos y sigue sin aparecer.

De uno y otro lugar llegaban noticias y rumores, haciendo que sus afligidos padres viajen rápidamente en busca del rastro de su hijo, pero una y otra vez, todo era inútil. Parecía una maldición que hacía desesperar a los pobres padres, gastando dinero en viajes sin resultados, la cosecha estropeada, el trabajo abandonado y la salud perdida.

Aunque esta familia tenía más hijos, el lugar vacío que había dejado Luis en la mesa hacía llorar a su madre cada vez que se ponían a comer. Su padre, tras seis meses entre incertidumbre y desesperación, acude a la Embajada, al Cónsul y al Ministro del Interior. Éste último pasó el informe al Gobernador de Santa Fe, haciendo que una comisión policial se trasladara a El Rabón e iniciara una nueva investigación. Aunque se redactó un informe enorme, el misterio siguió sin resolverse.

Con la economía maltrecha por los gastos y la madre enferma desde el día de la pérdida de su hijo, deciden, desesperados, regresar a España. Tal vez en compañía de la familia que habían dejado en su pueblo natal, el dolor sería más llevadero, ya que el olvido era imposible. El 17 de julio de 1920, a las seis de la mañana nace la pequeña y 7ª hija de la familia, y ocho días después, recién llegados de Buenos Aires, es bautizada en Rodanillo por el párroco D. Clemente Arias con el nombre de Avelina, como su tía y madrina.

El deseo de unos padres por recuperar a su hijo, hizo que en menos de seis meses estuvieran otra vez por tierras argentinas para resolver el misterio.

Los días y los años pasaron y en 1922 llegó una carta de un pariente residente en el Chaco diciendo que por un peón había logrado saber que una familia del país poseía un retrato de un chico que se murmuraba había sido secuestrado algunos años atrás. Dicho peón pedía 500 pesos por informar del lugar de la foto, pero secretamente el pariente consiguió ver el retrato y reconocer al hijo de Maria y Balbino. Tiempo más tarde, con una táctica especial y mucha diplomacia, logró saber que el niño se encontraba en casa de una familia.

Su padre tras conocer el lugar, viaja en su búsqueda pero los avatares del destino vuelven a trabar las ilusiones. Después de reconocer a su hijo, pone la correspondiente denuncia, pero el defensor de menores, quien había hecho entrega del niño un año antes sin levantar el acta correspondiente, se negó a hacer las tramitaciones para la entrega del menor alegando que aquel no era su hijo sino que se lo había entregado un italiano y una paraguaya y que no había nada que hacer.

Aunque intervino el Vicecónsul de España, tocando todos los hilos posibles, no se consiguió convencer al irascible y testarudo defensor. Balbino desalentado tuvo que volver a Buenos Aires.

Tres años de gestiones consultando abogados de nota, que pusieron en juego influencias de peso. Pero todo era inútil mientras no fuese cesado el mencionado defensor de menores.

En enero de 1925 el ilustre defensor pasa a mejor vida, y el nuevo sustituto dijo que si se le probaba y convencía de la paternidad, el cumpliría con su deber entregando el chico a sus verdaderos padres.

Por alguna extraña y misteriosa influencia no encuentran ningún abogado de aquí ni de allá que quisiera tomar cartas en el asunto. A una persona (no dan nombre) audaz y decidida se le pone al día de lo sucedido y estudia el asunto, tomando la decisión de proceder por cuenta propia si se quería obtener resultados positivos, porque el asunto estaba muy complicado y no había juez en el mundo capaz de desenredarlo.

Balbino y este amigo desconocido se ven obligados a secuestrar al niño y permanecer dos días internados en el bosque, cayendo por fin en manos de la justicia.

Transcurren casi dos meses de incertidumbre y angustia por la detención y tramitación hasta la entrega legal del niño a su verdadero padre. Un telegrama del defensor de menores anunciaba que el niño sería entregado a su padre Balbino, para su traslado.

Tuvo tanta importancia y relevancia la noticia entre la población leonesa en Argentina, que el 1 de octubre de 1925 Manuel Rodriguez Artola publica un artículo en la revista de la asociación “Centro Región Leonesa, nº 62” de Buenos Aires. Se titula “¿Fantasía o Realidad?” donde cuenta de una manera increíble esta historia verídica. El reencuentro de Luis con su madre después de siete años de dolorosos sufrimientos, de incansables angustias e incertidumbres es digno de trascribir:

“No olvidaremos jamás, no podría olvidarlo nadie, el momento aquel, momento feliz, en que la pobre madre, temblorosa de ansiedad, logró estrechar contra su corazón al hijo de sus entrañas, que un día desapareciera tan misteriosamente de su lado.

Aquel abrazo interminable, aquel beso anhelante en el que parecía querer fundir en uno solo los dos cuerpos, no se borrará jamás, suceda lo que suceda, de la memoria de los pocos afortunados, que tuvimos la suerte y satisfacción de presenciarlo.”

Una historia que parece un cuento, pero que desgraciadamente es cierta y ha costado muchas lágrimas. Así lo describe de primera mano el autor del artículo argentino, Manuel Rodriguez Artola y miembro durante muchos años de la Casa de León, en Buenos Aires (Argentina).

En noviembre del 2004, Alicia Teresa Gómez de Dellacha (periodista y abogada), nieta de María y Balbino publica en Buenos Aires un libro titulado “La Estirpe del León” donde destaca la fuerza de la sangre leonesa y cuenta la historia de sus abuelos de una forma novelizada, desde la pérdida de un hijo por un secuestro hasta el reencuentro.

“Mi idea fue hacer un relato que destacara el carácter de las personas, el amor que une en medio de los peores momentos, ese amor de padres a hijos y entre hermanos y la guerra que en su momento asolo a mi querida España. Es una novela que pone en relieve lo mejor y lo peor del hombre y sus circunstancias.” (Alicia Gómez)

En el 2005 Alicia visita España y regala a sus familiares bercianos Gabina, Angustias y Paca, algunos de los 500 ejemplares de este libro con una dedicatoria.

Alicia llora al recibir y leer este artículo en Argentina, recordando lo que le conto su padre Adolfo, a quien con tan solo cinco años se le encomendó el cuidado de su hermano pequeño Luis, el día de su robo. Adolfo sufrió mucho por este suceso y nunca dejo sola a su hija Alicia, por el terror que le había quedado grabado en su memoria desde su infancia.

La vida continuó para Luis y dejó de descendencia dos hijos (una chica y un chico), estos a su vez le hicieron abuelo con varios nietos.

En Rodanillo, el pueblo natal de María y Balbino y de sus antepasados, todavía recuerdan después de un siglo el secuestro de Luis Gómez Arias, como es el caso de Benito González González a quien se lo contó su padre que estuvo en Buenos Aires y le contaron lo sucedido. Otros muchos vecinos que emigraron al continente Americano, dejaron su pueblo con la intención de algún día poder volver…

DAVID GONZÁLEZ HERNÁNDEZ

 

 

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