El Triunfo de la Compasión

No hay mucha literatura sobre derechos de los animales, pero sí hay algunos libros muy completos que es una lástima que no lea más gente… porque tienen mucha información real, que a todos nos convendría conocer, sobre lo que consumimos… no se trata de simples sentimentalismos como alguna gente piensa.

Recientemente he leído dos: «El triunfo de la compasión » (2014), de Jesús Mosterín, y «Liberación animal», de Peter Singer, en su edición actualizada de 2011 que se presenta como «El clásico definitivo del movimiento animalista» (y realmente no me parece una exageración ese calificativo).

He tenido correspondencia por email con el propio Jesús Mosterín, básicamente para felicitarle porque en realidad solamente tengo dos «peros» a su libro. Uno es sobre un fragmento en que parece menospreciar un poco a los gatos al hablar de los perros, lo cual me parece innecesario y un poco desentonado con el resto del discurso del libro. La respuesta del autor fue que «objetivamente» se puede considerar que los gatos «son más bien solitarios y asociales»… lo cual sigue sin parecer un problema reseñable para las consideraciones del libro.
El otro «pero», que quedó como una sugerencia para futuras publicaciones, es que el vocabulario es en algunos fragmentos exigente y sería bueno que fuera más «para todos los públicos».
De todas formas, en términos generales el libro es excelente. Arroja luz sobre un repertorio bastante completo de los modos en que perjudicamos a los animales, algo de lo que casi todos somos cómplices pero que se nos esconde cuidadosamente o que nosotros mismos nos negamos a ver «para que no nos estropeen la cena», por ejemplo.
 
Ambos libros se parecen, si bien el de Singer es más profundo en sus análisis y se centra más en la razón mientras que el de Mosterín podría decirse que es más suave y apela más a los sentimientos.
 
El título «Liberación animal» deja claro a quién va dirigido, pero se cierra puertas porque habrá a quien pueda insinuársele como algo radical; sin embargo, sus argumentaciones se basan en razonamientos y parecen irrefutables. Por el contrario, «El triunfo de la compasión» parece un título ingenuo ya que no está nada claro que la compasión esté triunfando, pero es más astuto ya que si le regalamos a alguien este libro probablemente le resulte curioso y no lo rechace como pudiera hacer con el otro… y sería bueno que la gente se animara a leer libros así, por lo menos para estar más informada, luego ya la sensibilidad de cada cual le llevará a quedarse como estaba o hacer algo que disminuya el sufrimiento al que sometemos a los animales.
 
Animo a que los leáis, cualquiera de los dos. Aviso que, sobre todo el capítulo 2 de «Liberación animal», tienen fragmentos duros… pero necesarios. Son dos libros de los que se deberían mandar leer en los centros de estudios, porque nos abren los ojos a una realidad que de otro modo apenas tenemos modo de conocer… aunque está ahí y la podemos comprobar.
 
Nos daremos cuenta de que «Nuestra relación con los otros animales» (así dice el subtítulo del libro de Jesús) no solo se trata de moral, aunque solo por eso vale la pena que la mejoremos, sino que tiene también implicaciones en nuestra salud.
 
Sabremos que esa carne blanca de ternera tan cara que hay disponible para el consumo, se consigue encerrando a terneras (apartadas de sus madres inmediatamente) en cubículos en los que ni siquiera se pueden dar la vuelta, y manteniéndolas con una alimentación que les produce anemia (de ahí el color pálido de la carne). Sabremos que las gallinas ponedoras se tienen en su mayoría hacinadas en jaulas en las que no pueden satisfacer casi ninguno de sus instintos naturales más básicos como escarbar la tierra o estirar sus alas. Sabremos de estúpidos experimentos de psicología en que se separa a crías de mono de sus madres solo para demostrar que efectivamente sufren por ello; o los muchas veces innecesarios experimentos para probar sustancias tóxicas en animales, en que se les hace sufrir lo indecible para probar cosas que muchas veces se podrían probar de otro modo o que incluso no aportan avance alguno. Sabremos que no solo estamos comiendo demasiada carne, sino que con ella casi siempre estaremos consumiendo sustancias insalubres producidas por el propio animal por el estrés al que se le somete, o sustancias químicas nocivas que se les administran para controlarlos mejor o aumentar la producción.
 
…y tendremos información real, y no endulzada por intereses comerciales, sobre cómo afecta nuestra forma de consumir y hasta de votar, en el sufrimiento de millones de seres con capacidades superiores a las de algunas personas.
 
Hace años los negros o las mujeres se consideraban posesiones y, salvando las distancias, va siendo hora de ir tomándose en serio también el bienestar de los animales, porque, como ya decía Jeremy Bentham hace doscientos años, «no debemos preguntarnos ¿Pueden razonar?, ni tampoco ¿Pueden hablar?, sino ¿Pueden sufrir?».
Y ojo, que quien aún quiera quedarse solo con las dos primeras preguntas se va a encontrar con un serio dilema cuando las aplique a bebés o personas con deficiencias graves.
 
Hace poco escribí un ensayo titulado «La dieta eticariana», en el que propongo alimentarse de una forma que tenga un menor impacto en los animales, básicamente reduciendo nuestra ingesta de productos animales y poniendo como condición a los que consumamos que sean de ganadería ecológica o pesca sostenible. Dicho ensayo requiere un desarrollo mayor, pero la idea es hacer una dieta no tan restrictiva como la vegetariana pura, y por tanto que más gente pueda seguir, y que contemple la procedencia por ejemplo de huevos y leche (donde también hay mucho sufrimiento) cosa que no hace la vegetariana típica.
 
Os animo ya a informaros y desechar mitos como que la alimentación vegetariana es insuficiente… cosa que tendemos a creer sin dudar un momento, mientras que cuando nos dicen por todos lados que deberíamos comer menos carne tendemos a pasar de ello sin más porque nos gusta la carne.
 
Hay razones morales y hay razones nutricionales para cambiar nuestra alimentación. El típico argumento de que los vegetales no aportan todas las proteínas que necesitamos es una falacia, porque con una alimentación vegetariana variada y suficiente en cantidad (me refiero a que no sea una descuidada dieta de adelgazamiento), hay proteínas más que suficientes; un ejemplo: mezclando (no hace falta que sea en la misma comida) legumbres (lentejas, garbanzos, judías, …) con cereales (pan, pasta, arroz, maíz, …) tenemos proteínas no solo completas sino mejor asimilables por el cuerpo que las animales.
Consumimos tal cantidad de carne (seiscientos millones de pollos al año solo en España, por ejemplo) que producirla supone también un problema medioambiental de primer orden, pues hay que deforestar para alimentar al ganado, y sus desechos son de tal magnitud que en algunos lugares provocan desastres por contaminación (una granja de 60.000 aves produce 82 toneladas de estiércol a la semana, por ejemplo).
La producción de carne es en realidad tan ineficiente que incluso hay razones humanitarias para cambiar nuestra alimentación, pues por ejemplo se necesita dar a una ternera nueve kilos de proteínas vegetales para que produzca medio kilo de proteína animal para nuestro consumo; el grano que alimentaría a un millón de personas, sirve para alimentar al ganado que alimentará solamente a doscientas mil.
 
Todo esto que digo sé que es de esas cosas que se leen, se piensa «¡Jo, qué mal!» y acto seguido seguimos nuestra vida como si nada. No culpo a nadie por ello, a mí me pasaba y no fue hasta que ví el documental «Earthlings» (una suerte de terapia de choque) que «desperté». Pero, precisamente, al menos me dí a mí mismo la oportunidad de informarme, y me cambió la vida. Os puedo decir que la dieta eticariana no es ni más cara ni más complicada que la normal, es simplemente una cuestión de hábito.
 
Creo que todo el mundo debiera leer libros como éstos, y luego ya decidir qué hacer con su forma de vida… pero hacerlo al menos desde un punto de vista informado contrastadamente. En la medida en que cada uno se quiera implicar, tanto mejor para los animales y hasta para sí mismo. Que yo no coma pollo no va a cambiar la industria cárnica, aunque al menos habré salvado a unos cuantos animales no tirando de esa cadena alimentaria, pero si lo hacemos muchos….
Es esperanzador que la preocupación de cada vez más gente por los animales sí que está produciendo algunos cambios; este mismo agosto Nestlé, la mayor empresa de alimentación del mundo, anunció un compromiso con la «World Animal Protection» para que las granjas que le sirven de suministro adopten medidas para el bienestar animal como evitar el uso de jaulas de gestación para cerdas o evitar la castración sin anestésicos…. Es aún insuficiente, pero es un avance que hay que celebrar porque la guerra se gana a base de batallas.
Es también esperanzador el avance de la ciencia, que ya permite por ejemplo que se puedan hacer pruebas de toxicidad no en animales sino en cultivos, y el año pasado se presentó la primera hamburguesa producida in vitro a partir de células lo cual abre un prometedor camino.
 
Somos los consumidores, usuarios, votantes, … quienes debemos aportar nuestra parte para que las cosas cambien, tratando bien a nuestras mascotas, no comprando pieles, oponiéndonos a los espectáculos que usen animales, no usando productos testados en animales, … y cambiando nuestra alimentación, quizás lo más difícil pero que repercutirá en nuestra salud y, como hemos visto, mucho más allá.
 
Más información en http://www.folgoso.com/eticariana.htm
 

 

Tomás Vega Moralejo

 

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