Arturo Nogueira

 Arturo Nogueira

El volumen del amor

Cuando uno tiene que formarse de lo que le nace dentro, de sí mismo, y de lo que el arte le susurra en el alma, no tiene tiempo más que para aprender lo que ama. Amor al arte de la escultura y todo el tiempo para entenderla. Así se hace un artista autodidacta. Como Arturo Nogueira. Amor al barro, a la figura, al dibujo, a la escayola, a lo que surge de las manos: Arte. No es más que buscar y hallar la expresión inanimada de una tormenta real o imaginada. Por eso su mundo se ha poblado de seres, hombres y mujeres, llenos de amor en la mirada, y sentido cierto en lo que expresan. La vida de Nogueira es vida para dos, la escultura quieta y su alma en ebullición. Todo tiene sentido cuando talla, esculpe, moldea, funde y ensambla. Todo tiene sentido: la forma, el espacio, la textura y la materia. Nada es ya secreto para el artista villafranquino. Los procedimientos escultóricos, pictóricos y emocionales se abren en abanico para la interpretación del hombre que imagina y crea, crea y vive, vive y da vida. Así es el ser y el quehacer de Nogueira: un constante encuentro con la realidad revelada por la inspiración. Y qué hermoso contemplar el fruto de sus manos, cuando todo cobra sentido, cuando la idea cobra cuerpo y surgen figuras que colorean maderas y rocas y lo que sea que admita la caricia del óleo, el acrílico o la acuarela. Cuando la arcilla es transformada por obra del escultor, con su quita y pon, con su estira y retuerce, su acariciar y arañar, su bruñir y perfilar, en la forma pura de un objeto, un animal, una persona. Todo es magia, todo belleza. Todo verdad. Todo clarificación de ideas. Todo auténtico. Es único, como una huella dactilar que nunca ha de repetirse, porque toda su obra tiene su impronta, su única huella. No hay reglas, no hay ataduras, no hay escuelas. Su arte es suyo. Algo al alcance de solo unos pocos, elegidos, tocados por el dedo de la inmortalidad. Inmortalidad adquirida con el fruto de su imaginación y trabajo. Visible en la obra que alberga su casa de Villafranca del Bierzo, estudio y museo donde confluyen los sueños del escultor, pintor, maestro, Arturo Nogueira. Palpable, su inmortalidad, en sus figuras, que dan vida a calles y plazas de nuestro Bierzo y de otros lugares de España. Este es el legado que perpetúa el arte de Nogueira, vida hecha bronce, terracota, yeso, madera… que en un principio fue clásico y tornó con el tiempo en expresionismo, en cubismo, en surrealismo. Es la creación de un hombre que venera la figura, sobre todo humana, sobre todo femenina, de formas sólidas, reales, volumétricas. Un volumen que puede tocarse, amarse.

 

 

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