‘Después de todo’, un poemario sobre el amor y el desamor que ‘cauteriza heridas’

Después de todo” es el primer poemario de Nicanor García Ordiz. Una cuidada colección de poemas que hablan del amor y del desamor, porque el amor lo es todo, y cuando se termina, “Después de todo”, lo que queda es nada.

El libro, publicado por la editorial Eolas dentro de la coleccion “eria”, se abre con un precioso prólogo del premio nacional de poesía Juan Carlos Mestre, quien describe con singular belleza la personalidad del autor y su capacidad para sintetizar y transmitir emociones.

“Nicanor García conoce los mapas de la pasión, aquellos por donde camina el ciego de luz y también el visionario en la oscuridad; escribe como camina, pausadamente, atento por entero al dolor colectivo y a la intransferible presencia de lo amado”

Y quién podría atreverse a definir su poesía, si ya lo hizo así Mestre…

“En cada poema de Nicanor hay una casa, una casa para las luciérnagas y un desván para los murciélagos”

“Los poemas suenan más allá de los valles, más allá del eco que se pierde en la distancia para consolar el olvido. Sus versos se han hecho luz, cauterizan heridas, colocan un ramo de silbidos en la frente de la ausencia.”

En “Después de todo” hay 24 poemas dedicados al amor -Todo- y 37 poemas dedicados al desamor -Nada- , porque la pérdida del amor es dura y deja siempre una huella más profunda. Pero Nicanor, con sus versos, consigue reconfortar también el alma de los desenamorados. Así lo explica Juan Carlos Mestre.

“Nicanor nombra el aliento del ser y ‘la navaja roma del fracaso’, nombra el aire que envuelve la inexistencia de las cosas y la levedad de lo imaginado. Y al hacerlo se desatan los nudos, y regresan a casa los desaparecidos, y vuelven a abrazarse los que entre tanta oscuridad se han querido.”

Después de todo” se encuentra ya a la venta en librerías de distintos puntos de la geografía española, y desde este viernes también en Bembibre.

Sin la luz

NO eran áureos los trigos
al alba,
ni claras las manzanillas
de la vereda.

No prendieron las luciérnagas
al ocaso,
ni el firmamento
tenía luna ni luceros.

Todo el día anduvo
el día
sin la luz
de tus ojos

 

 

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