El virtuosismo del fotógrafo Félix Guil Alonso en La Casa de las Culturas

El 7 de agosto, a las 20.00 horas, tiene lugar en la “Casa de las Culturas”, en Bembibre, la apertura de una exposición fotográfica, como una bocanada de aire fresco en la aridez del verano,  que se ofrece a la contemplación y disfrute de la ciudadanía, con la fragancia exquisita del arte y el aroma generoso de la gratuidad.

El fotógrafo-autor de esta colección, Félix Guil Alonso, es persona consagrada al arte fotográfico, con una persistente dedicación de más de treinta años, si bien esta actividad no ha constituido su medio de vida. A él podría, por tanto, serle aplicado aquel verbo cálido de la más alta calificación, que Antonio Pereira dedicó al inefable fotógrafo berciano Amalio Fernández: “el más puro, el más desinteresado buscador de hermosuras ocultas, para traspasárselas a los demás”.

En estos largos años la cámara fotográfica ha acompañado a Félix en todo momento, como un apéndice de sí mismo, buscando esas hermosuras ocultas, a las que Antonio Pereira alude. Esa insistente búsqueda le ha convertido en viajero impenitente, que deja en bellas imágenes constancia fidedigna de las realidades que contempla. Él mismo se considera en sus trabajos fotográficos cultivador del realismo, se siente espectador de la realidad, tal cual esta es, espontánea, sin manipulaciones, lo que le ha llevado a una preferencia por la fotografía en blanco y negro, porque, según él manifiesta, el color distrae, quita espontaneidad. Captura en sus imágenes cualquier momento de la vida cotidiana: rostros humanos surcados por el tiempo, animales, naturaleza, costumbrismo, mercados, gente de la calle, imprimiendo a las imágenes un sello propio, garantía de muy alta calidad. Su obra fotográfica es muy amplia y sumamente variada.

Félix ha vivido intensamente los procesos de la evolución del arte fotográfico, con el dominio y perfeccionamiento de la técnica del revelado, que maneja con el primor de la artesanía, incorporando inmensas posibilidades que en nuestros días facilita la informática, cuyo resultado final se hace patente en  la obra de arte objeto de la exposición y de estas reflexiones.

El perfeccionamiento alcanzado por la técnica y la mecánica, por sí solas, no posibilitan que las representaciones visuales captadas por la cámara alcancen las cotas de una obra de arte. El virtuoso de la fotografía es quien aporta creatividad, desvelando la hermosura que subyace en las realidades e imponiendo su dominio sobre aspectos tan fundamentales del proceso fotográfico, como son el espacio y el tiempo. El espacio, cuya imagen se pretende representar, requiere una elección previa, una definición y definir significa  delimitar; el tiempo de captación de la imagen es aún más delimitado, es un fugaz instante, el punto álgido en que se concentran todos los elementos de luz y color de la realización fotográfica. Sin embargo, merced a la imagen, este instante, este momento tan efímero, adquiere cualidades de perennidad, convirtiéndose en memoria de sí mismo.

Frecuentemente, una de las tareas más arduas para quien en cuerpo y alma se dedica a la fotografía es decidir el instante, el momento, en que ha de captar la imagen, esperando que se den óptimas condiciones para ello. Comentaba, al respecto, el célebre Amalio Fernández que una de sus fotografías emblemáticas que realizó en Peñalba le llevó un año de intentos para su realización. 

En la obra expuesta en la Casa de las Culturas, en Bembibre, su autor ha sabido conjugar certeramente el espacio y el tiempo. La elección de motivos tan variados   evidencian su sintonía con la realidad cotidiana, para él tan cercana y tangible que llega a empatizar con ella.     

Esta exposición es un regalo de arte para los ojos del espectador y una invitación a buscar en ella la hermosura oculta. Algunas imágenes quieren decirnos algo, hay que mirarlas sin prisa, con una actitud de escucha. Otras nos trasmiten sensaciones, impresiones, despiertan sentimientos, son comunicación y esperan del visitante la reciprocidad, cierta empatía, que enriquece y nos hace disfrutar con su contemplación.

Miguel Rubio

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