Tardes y ciclos de cine…

…en la villa del Benevivere. Gracias a la nueva Concejalía de cultura ya han dejado de hacerse estas Tardes dedicadas al cine y a los cineastas (cineostias, que diría Gonzalo Suárez) y los minicines de la capital del Bierzo Alto no parece que tengan mucha vida, aunque hace algún tiempo les dábamos vuelo con algunos ciclos monográficos: Chema Sarmiento, Hitchcock y Chaplin.

 

Tiempos gloriosos aquellos en los que en la Casa de las Culturas de Bembibre celebrábamos las Tardes de cine. Por allí pasaron algunos de los mejores cineastas nacionales, entre otros y otras, las actrices Mapi Galán, Macarena Gómez, Camila Bossa, Pilar Ordóñez o los actores Carlos Álvarez Nóvoa y Saturnino García, directores de foto como Andrés Torres y directores/realizadores como Chema Sarmiento, Valentín Carrera, Gabriel Folgado, Felipe Vega o Julio Sánchez Valdés, sonidistas tan prestigiosos como Ricardo Steinberg, fenómenos del 3D como Juan Carlos Mostaza o expertos en cine como Juan Antonio Pérez Millán (director de la Filmoteca de Castilla y León). Ay, me olvidaba de los responsables del Festival de Cine de Ponferrada, los amigos Antonio Donís y Antonio Morán. Todo un lujo para la villa del Benevivere, que nunca se volverá a repetir.

Por otra parte, durante tiempo sus minicines permanecieron casi sin desempolvar, en espera de que algún ente, cual bolero, les sacara brillo, como Aladino a su lámpara de aceite maravillosa. Hasta que un buen día decidimos darle impulso proyectando ciclos dedicados a algunos maestros como Hitchcock o Chaplin, además de Chema Sarmiento, que es tal vez -al menos por ahora- nuestro más grande cineasta berciano, aunque curiosamente viva en París. Así de paradójica se resuelve por momentos la vida.

Es probable que a estas alturas los minicines del Benevívere sigan muertos de tristeza, a buen seguro porque el personal prefiere sentarse cómodamente delante de la caja tonta, el nuevo opio del pueblo, la catedral postmoderna donde descifran sus mensajes y misterios los feligreses adoctrinados, que no siempre se revela tan tonta, sino perversa y hasta instructiva, o bien la gente prefiere ponerse un DVD o DVIX en su reproductor casero. O cualquier otra cosa, que nada tenga que ver con lo fílmico ni con la religión catódica, como diría el periodista y filósofo Juan Cueto, pues la vida siempre estará por encima y aun por delante de cualquier ficción, aunque ésta sea linda, lloroncita y entretenida como un culebrón latinoché.

No obstante, la magia del cine está ahí, para quien quiera acercarse a ella. Sólo debemos dejarnos llevar, como en una buena sesión hipnótica, adentrarnos en esas imágenes que nos devuelven nuestra propia mirada, aunque nos lleguen teñidas con otra luz.

Es probable que los minicines permanezcan en el olvido porque la Concejalía de Cultura tiene mejores cosas que hacer y ofertar al público bembibrense/berciano. Aunque conviene recordar que otrora una sala se llenaba cada viernes con las pelis del genio del suspense, el mago del humor y el encanto de lo leonés (véanse Los Montes y El Filandón).

Supongo que las Tardes de Cine fueron un atractivo para la villa y la cultura de los habitantes de la capital del Boeza. Y confiamos en que en algún momento, si bien las Tardes de Cine como tal ya no tendrán continuidad, sí se proyecten ciclos de cine -como se venía haciendo- dedicados a cineastas singulares, y de este modo se dé uso a los infrautilizados cines del Teatro Benevivere, antaño Cinema Paz, donde vi por primera vez aquella película, que tan profunda huella me dejara: El Filandón. ¿Quién hubiera imaginado que algunos de los escritores que aparecen en esta mágica cinta son hoy académicos de la lengua? Véase a Merino y Mateo Díez. ¿Quién me hubiera dicho que, transcurridos los años, llegaría a conocerlos a todos, incluso a establecer buenas migas con algunos? Aunque no resulte fácil creerlo, hay veces en que los sueños se hacen realidad.

A modo de resumen, las Tardes de cine iniciaron su andadura en 2009, con la presencia  del cineasta berciano Chema Sarmiento y su charla acerca de Mahoma, y se prolongaron hasta abril del 2011, con la entrañable actriz Camila Bossa. Y ya, ahí se paró.

También Ponferrada soñó un día con ser Ciudad de Cine, y hasta se construyó una glorieta, en honor al séptimo arte, hasta que dejó de serlo, porque los sueños no siempre se tornan realidad, incluso se esfuman. Tan pueril es vivir de sueños como de silogismos, nos contó Umbral en Mortal y rosa, su obra cumbre. “Claro que se vive de lo que se puede –aclara el maestro-, y tarda uno en aprender a vivir de realidades, de cosas, de objetos, como viven los seres naturales”. Por tanto, busquemos el término justo, el equilibrio entre el sueño y la razón, porque el sueño de la razón también produce monstruos, no lo olvidemos.

En cualquier caso, uno tiende a soñar despierto, con un mundo mejor donde el ser humano no sea un lobo feroz dispuesto a devorar a la dulce y tierna Caperucita, un mundo hecho a nuestra medida, en el que nos sintamos felices y alegres, como en una comedia, digamos hollywoodiense, con final dichoso, acompañada de una cantinela, poco creíble por lo demás, porque la realidad, el cruel rostro de la vida, se impone las más de las veces con una fuerza descomunal, incontrolable, como una apisonadora. Y eso nos desencanta y nos aleja de cualquier sueño. Sin embargo, nos empeñamos, una y otra vez, en seguir soñando, despiertos y dormidos.

Lo mejor, como diría Ortega y Gasset, sería vivir de claridades y lo más despiertos posible, para continuar luchando en este universo incognoscible, donde no es oro todo lo que reluce, sino bacía de barbero, y en ocasiones ni siquiera vemos relumbrar el oro, aunque exista y esté ahí, porque hemos perdido, en buena medida, la capacidad de percepción, y nos han hechizado para ver lo que otros quieren que veamos, porque hace tiempo que el sistema caníbal ha decidido, por su cuenta y riesgo, lo que debemos desear, ver, sentir, pensar, vivir.

Un poco de luz cinematográfica,  a modo de chute psicodélico y de vez en cuando, puede ayudarnos a estar despiertos, aunque sigamos soñando, soñadores que somos, qué le vamos a hacer, con las Tardes y ciclos de cine en la capital del Bierzo Alto.

Manuel Cuenya

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