«Terrícolas» y otros documentales de concienciación. Reflexiones y posibles soluciones a la problemática animalista

Cartas al director

Llevo unos días empapándome de documentales de concienciación, y me gustaría recomendarlos y compartir con vosotros mis impresiones.

Son todos sobre naturaleza y, más concretamente, sobre animales. Hay quien me dice que parezco más preocupado por los animales que por las personas (y así le pasa a más gente), pero lo que ocurre es sencillamente que el respeto a nuestros congéneres (aunque siguen pasando injusticias porque sigue habiendo indeseables) ya es algo superado en nuestro país mientras que con los animales aún nos queda mucho que andar y dedicación que poner.

Los tres que más me han gustado son «The Cove» («La Cala»), «BlackFish» (literalmente «NegroPez», aunque es de esos títulos que es mejor no traducir) y «Earthlings» («Terrícolas»).

Los tres tienen en común, entre otras cosas, que son impactantes y que los podemos ver gratis. Son documentales pensados para remover conciencias antes que para obtener beneficio económico. Las propias Web oficiales de cada documental ofrecen verlos online, pero ahí tienen el problema de que solo están en inglés; pero no hay más que hacer uso de algún buscador de internet para dar con alguna versión al menos subtitulada en español.

Si los compráis, colaboraréis con las causas y os aseguraréis de la calidad más algunos extras.

No dejéis de verlos, no os dejarán indiferentes.

«The Cove» (2009, Louie Psihoyos) trata sobre la matanza de miles de delfines al año en una cala de Taiji (Japón). El hilo conductor del guión es cómo se las ingenia un grupo de activistas para conseguir grabar y así sacar a la luz lo que realmente ocurre en esa cala japonesa, tan «prohibida» que el documental por momentos parece una película de una misión secreta. La labor de ese grupo de activistas para dar a conocer el caso es encomiable, y el tema sigue de actualidad… esperemos que al final la presión mediática haga parar esta injusta e insostenible matanza, sostenida en parte porque también en esa cala atrapan delfines para delfinarios.

No obstante, no voy a eludir un dilema que se plantea: ellos matan delfines e incluso en otros países comen perros, y para los occidentales es horrible, pero ¿No es solamente una percepción de nuestra cultura el que esté mal matar delfines y perros y no jabalíes o corderos?

Más delante reflexionaremos al respecto.

«Blackfish» (2013, Gabriela Cowperthwaite), trata sobre el uso de orcas en espectáculos. El guión es cautivador y las imágenes a menudo espeluznantes, con muchos casos de «accidentes» entre orcas y personas. La conclusión a la que lleva el documental es a que ni a las orcas ni a las personas conviene este «juego».
Una parte del documental está grabado en España, donde el 24 de diciembre de 2009 la orca Keto mató a su entrenador.

Los espectáculos de delfines y orcas, y en general todos los espectáculos con animales, se disfrazan como una forma de concienciar a la gente sobre la conservación de estos animales, pero ver a un delfín o una orca obedecer las órdenes de una persona no parece que conciencie a quien no esté ya concienciado; y hay otras vías para hacer comprender a un niño que respete su entorno. En realidad es un negocio multimillonario que esclaviza animales.

«Earthlings» (2003, dirigido por Shaun Monson y narrado por el actor, vegano y activista por los derechos de los animales, Joaquin Phoenix).
Creo que es el documental más impactante que he visto; diría que es el documental definitivo sobre concienciación con los derechos de los animales.

Su lema es «Make the connection» («Haz la conexión» naturaleza-animales-humanidad), y creo que si alguien ve el documental y no acaba por «conectar» al menos en parte, es que su corazón es tal como órgano pero no tiene ni rastro de lo que refiere la acepción de la palabra en cuanto a compasión o afecto.

Es duro, avisa que puede herir la sensibilidad y de hecho la hiere. Enseña cosas que no gusta ver, pero que están ahí… por eso creo que sería bueno que formara parte de la educación, creo que debería ser de visión obligatoria por ejemplo en los institutos… porque uno de los problemas a los que se enfrenta este revelador documental es que mucha gente se niega a verlo porque «no quiero pasarlo mal». Sin embargo, cerrar los ojos no va a evitar que pase lo que pasa… y hay cosas que podemos hacer al respecto.

En su introducción, argumenta que tanto «animales no humanos» como nosotros somos terrícolas y por tanto todos merecemos respeto; y hace analogía entre racismo, sexismo y especismo (el considerarnos superiores a las demás especies y someterlas cruelmente). El racismo y el sexismo ya están más o menos superados en los países desarrollados, pero sabemos lo que ha costado avanzar en esos temas y parece ocurrir siempre igual cuando se cuestiona algo que va contra el poder establecido:

Las tres etapas de la verdad: Ridiculez – Oposición violenta  – Aceptación.

Primero se ridiculiza esa verdad (quizás falta una etapa anterior que es ignorarla), luego se genera una violenta oposición y finalmente se acepta como algo incuestionable… y así debería ocurrir también con el especismo.

El documental se divide en cinco partes-formas en que nos servimos de los animales: Mascotas, Comida, Ropa, Entretenimiento y Ciencia. Cada parte está repleta de escalofriantes imágenes; algunas de casos relativamente aislados, pero desgraciadamente la mayoría de prácticas habituales… algunas (no todas) de ellas de países no occidentalizados pero de los que importamos cosas.

-A grandes rasgos, comento cada parte:

Con las mascotas, el problema es que cualquiera (sea o no responsable) puede apropiarse de un animal, y el hecho de ser un negocio se presta a prácticas inadecuadas.

Con los animales como alimento, el problema es que el consumo actual de carne por persona es demasiado alto, lo cual unido a la superpoblación hace que la industria funcione también buscando la superproducción de carne (y huevos y leche), sometiendo a los animales a unas condiciones de vida miserables y sacrificándolos de manera innecesariamente cruel… porque es más barato hacerlo así.
Consumimos la carne y demás en formas que generalmente no nos hacen ni pensar en el animal, y mucho menos en cómo vivió y murió ese animal… si lo supiéramos, en muchos casos nos parecería intolerable y no quisiéramos ser partícipes.
Las «necesidades» de producción de carne y demás son tales (no hace tanto era algo para las ocasiones especiales y ahora se abusa de ella) que se ha convertido en un problema ecológico de grandes proporciones: la superficie de terreno que se dedica al cultivo para alimentar a los animales de los que comeremos es tanta como la que se dedica directamente a nuestra alimentación; en Estados Unidos el ganado come tanto grano como el necesario para alimentar cinco veces a su población humana, y se estima que hacen falta 16 kilos de grano para obtener 1 de carne. Esto tiene repercusiones en deforestación y en contaminación por desechos, por ejemplo.
Y todo eso hablando de animales domésticos, a los salvajes nuestra voracidad los está llevando a la extinción.

En cuanto a la ropa, sabemos que la mayoría proviene de países en desarrollo, donde si no se respeta apenas a las personas no es extraño ver imágenes de pesadilla como despellejamientos de animales vivos; por otra parte, en los países desarrollados las condiciones en que se tienen y se sacrifican a los animales de los que se obtendrán las pieles tampoco son dignas.

El entretenimiento seguramente es el caso más absurdo de uso de los animales, pues es absolutamente innecesario el sufrimiento a que se los somete. Ahí por supuesto aparece España con su «Vergüenza Nacional», pero también por ejemplo los rodeos de Estados Unidos, que no es que tengan toros tan bravos sino que dan las sacudidas que dan porque les aprietan los genitales con una cuerda. Y no nos olvidemos de los circos, que «pasean» de mala manera animales a los que han enseñado a base de golpe y porrazo.

Por último, el uso de animales en investigaciones científicas probablemente en algunos casos ha servido para salvar muchas vidas, pero también hay mucho de rocambolescas pruebas que no tienen otro sentido que provocar sufrimiento, porque en muchos casos se sabe de antemano que no servirán para nada ya que o no van a aportar avances significativos o igualmente van a tener que repetirse en humanos porque lógicamente no es igual un animal que una persona.

Realmente, en mis comentarios he suavizado el mensaje. Hay que admitir que el documental es, para cada consideración, más «radical» que lo que yo estoy dando a entender en mis comentarios. Yo lo he suavizado deliberadamente, porque sé que al ecologismo muchas veces le juegan malas pasadas las posturas «extremas». Me explico:
Supongamos una graduación del 1 al 10 en la medida de protección para una especie, por ejemplo, donde 1 es que no se la respeta en absoluto y 10 es que se la tiene a la altura de las personas. Bien, pues un ecologista concienciado a menudo pide de inmediato que la protección sea de grado 10… y así probablemente solo conseguirá que ni se le escuche, que se le ignore o ridiculice como decíamos al principio. No hay atajos… si la abolición de la esclavitud y la igualdad de las mujeres requirió cientos de años (y aún quedan aristas que pulir), el respeto a los animales aún está en pañales.
No obstante, por otra parte, es bueno que se nos muestren esos «extremos» para ir adoptando posturas intermedias. Por eso, debemos dejarnos impactar por «Earthlings».

Como inciso, me gustaría hacer una reflexión: Somos ya más de 7.000 millones de personas en la Tierra. La población se ha duplicado en menos de 50 años. Es evidente que a más gente mayor crecimiento poblacional… y es evidente que estamos condenados al desastre.

Ante este panorama, hay dos formas de tomárselo: la fácil es negar el cambio climático y demás y seguir actuando irresponsablemente o incluso desenfrenadamente (de perdidos al río). Y la otra es conservar un hilo de esperanza y tratar de hacer la vida más digna en la Tierra mientras dure… y solo así tal vez dure.

Todos sabemos (o ahí está internet) cómo reducir nuestro daño al medio ambiente… ahora falta que lo apliquemos.

Y una reflexión más: sobre las religiones. Pienso que el mundo sería mejor sin las religiones, pero bien puedo estar equivocado y el mundo podría ser mejor con religiones… pero con religiones que promovieran realmente el respeto en todas sus formas antes que los intereses o las ocurrencias de quienes las manejan para manipular a las masas. Al respecto, fijaos en la diferencia: por ejemplo los judíos tienen la ocurrencia de que los animales deben estar plenamente conscientes al desangrarlos y se deben sacrificar mirando al Este (¡Qué cosas!), mientras que un llamamiento del Dalai Lama desplomó el uso de pieles de animales entre los budistas e incluso muchos las quemaron a pesar de que con ellas podrían haber obtenido el salario de meses de su trabajo.

Los líderes religiosos pueden, de un plumazo, evitar mucho sufrimiento… a ver si se animan.

Como despedida os paso (y complemento) las «Soluciones» a los temas que trata «Earthlings», que inexplicablemente no proponen en el documental sino solo en los extras del DVD:

Mascotas: No comprar, adoptar. Esterilizar a nuestras mascotas. (Y cuidarlas bien y tenerlas en sitios adecuados, por descontado)

Comida: Hacerse vegano (es decir, evitar todo producto de procedencia animal).
(El veganismo es un tanto radical, uno de esos «extremos» que mencionaba, o al menos así se lo considera de momento. El león se come a la gacela y es que el mundo está montado así. Somos omnívoros por naturaleza y a la mayoría de la gente le resultaría muy difícil o imposible ser vegano. Si a alguien se le pide que sea vegano para ayudar en el objetivo de ser más respetuosos con los animales, en la gran mayoría de los casos ignora el tema o hasta lo ridiculiza y lo olvida. Pero no se vayan todavía, porque hay posturas intermedias que debemos adoptar: sí que podemos al menos reducir nuestra ingesta de productos animales, lo cual además vendrá bien a nuestra salud, e informarnos y evitar aquellos que provengan de vejaciones a animales (como la obtención de hígado graso de pato o las aletas de tiburón) o prácticas insostenibles (como la matanza de delfines de Taiji). Por ejemplo, un pollo campero tiene una vida mucho más digna que uno de producción intensiva, y dicha procedencia se indica en los envases de carne y se marca en los huevos con un 1 como primer número de su código alfanumérico… y si cogemos los que empiezan por 0 mejor.

Las condiciones en que viven y se sacrifican los animales destinados a consumo humano está legislado en la Unión Europea buscando reducir el sufrimiento, pero aún queda mucho margen de mejora… y nosotros podemos aportar nuestro granito de arena demandando aquellos productos que proceden de agricultura ecológica o semejante).

Ropa: Evitar prendas fabricadas con pieles de animales.
(Así de sencillo. Las pieles de animales son un capricho que causa mucho sufrimiento. Y no digáis tampoco a quienes lleven abrigos de piel que están guap@s o elegantes ;-))

Entretenimiento: Rechazar participar, y por tanto rechazar dar sustento, a entretenimientos con animales, incluyendo circos, zoos, etc..
(Los múltiples maltratos a toros en nuestro país [¿Por qué se le tendrá tanta manía a este animal en España?], por ejemplo, no son arte por mucho que le pongan el título de bien cultural…. En cuanto a los zoos, el tema tiene doble rasero porque pueden también jugar un papel en la conservación de algunas especies y en la formación de empatía de niños hacia animales; pero debemos al menos no visitar exposiciones de animales en malas condiciones)

Ciencia: No comprar productos testados en animales. No dar soporte a investigaciones que usen animales. (Algunas marcas de cosméticos, por ejemplo, indican que no usan animales en sus estudios, esas son las que nos gustan. En cuanto a las investigaciones con animales, es un asunto controvertido pero por lo menos debemos manifestar nuestro rechazo a los excesos. Echad un vistazo a los listados «Cruelty Free» y otros para saber de las compañías «libres de crueldad»)

Tampoco estará de más que os hagáis soci@s de organizaciones como Greenpeace o WWF, para que pedan hacer más fuerza.

Si no consumimos mascotas, comida, ropa, entretenimiento o productos en general que conlleven diferentes formas de maltrato animal, esos productos dejarán de tener interés económico y dejarán de usarse animales así.

ACTÚA COMO SI LO QUE HACES MARCARA LA DIFERENCIA… Y ASÍ, ENTRE MUCHOS, AL FINAL SE HARÁ LA DIFERENCIA.

Tomás Vega Moralejo

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