El cautivo, un himno a la libertad

Traemos hoy a nuestros Martes Románticos un himno a la libertad, El Cautivo, un canto a la manera de Espronceda, un romance que evoca al del prisionero, “Que por mayo era por mayo…”.

Pertenece a la última época poética de Enrique Gil, pues se publicó en el Semanario Pintoresco Español en febrero de 1839, cuando nuestro escritor ya había triunfado en la vida social madrileña y andaba más ocupado en la crítica de los estrenos teatrales que en la poesía intimista de sus primeros meses en Madrid.

El cautivo es un poema extenso, a veces reiterativo, pero cargado de musicalidad y fuerza, desde su inicio, que casi recuerda fray Luis de León o a Jorge Manrique:

Callada la noche está,
callada, limpia y serena,
sin más voz que la cascada
que a lo lejos se despeña,
sin más música que el canto
del ruiseñor que enajena,
ni más lumbre que el templado
resplandor de las estrellas.

Este canto poético contiene también la sombra oblicua de Espronceda sobre Gil, y sus vidas paralelas, criterio que Picoche no comparte (“la poesía de Espronceda tiene poca influencia sobre Gil”), pero que en nuestra opinión aparece claro. Comparen estos versos de Gil:

¿Mas qué importa al cautivo engalanada
la noche ver de estrellas,
si no puede en su cárcel olvidada
decirles sus querellas?

Y estos del poeta de Almendralejo en La cautiva, que no mejoran los de Gil:

Más ¡ay triste! Yo cautiva,
huérfana y sola suspiro,
en clima extraño respiro,
y amo a un extraño también.

Valentín Carrera

Foto: Anxo Cabada

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