Trasmundo, El Bierzo a la manera de Poe

Con el ligero y profundo bagaje de este y otros viajes, y con el espíritu de César Vallejo intacto (“yo nací un día que Dios estuvo enfermo, grave”), Manuel Cuenya se ha adentrado en la narrativa para sorprendernos con un libro de relatos, Trasmundo, editado en 2009 por el Instituto de Estudios Bercianos y que ahora publica eBooksBierzo en formato digital.

Fue el profesor y crítico ponferradino César Cabezas quien supo ver la huella de Allan Poe en los cuentos de Trasmundo: “Cuenya borda el monólogo interior, rítmico, obsesivo, provocador, intenso. Apréstese el lector a sentirse secuestrado durante el tiempo que dure la lectura de uno de sus relatos”. Siete micro relatos arriesgados, en palabras de Nuria Sánchez, siete narraciones de la memoria, no exactamente sobre El Bierzo, sino escritos en El Bierzo, en noches en las que el escritor oye ulular la lechuza y siente el parpadeo de los árboles, mil ojos abrasados en el crepitar de las llamas de encina, sombras que bajan envueltas en capotes y toquillas de lana, a compartir silencios y memorias, a la rueda rueda del filandón.
 
Trasmundo es Noceda, laderas de Gistredo y Catuote, Bierzo Alto, en estado puro. Delicioso el monólogo interior de Chano Cabarcós, Duende leonés, y trágico el final presentido e inevitable de Gertrudis Fabero. Cáustico y divertido, Manuel Cuenya muestra poca compasión por sus personajes: no lo salva, allá cuentas, amigos, es vuestra vida, condenados a limpiar las bacinillas de Rosaura y Veremundo. Demoledora la vida de Gurríspín en el colegio de Vega de Espinareda, Entre ánimas en pena, entre sotanosaurios de aliento fétido y pedagogía podrida, un guión para Almodóvar. “La vida no es cuento, aunque lo parezca”.

El vocabulario indígena de Cuenya es intenso y evocador, no en vano, es autor de la recopilación Vocabulario de Noceda. El lector berciano reconocerá en cada expresión un trozo de su infancia: billa, carballal, xanines, tamboritero, arremangada, misines, cuesco, aserrín, chifla, Mateguines, chiva, jato, escullimao, gorgüelo, hule, gotín…

Amigos y amigas de Borges en El Bierzo, os invito a sumergiros en la lectura intensa y dura de Trasmundo, en cuyo mundo Manuel Cuenya denuncia la peor de las miserias, la miseria moral: “Ahora entiendo por qué Miñona me dice que en algunos lugares de la provincia de León se vive como los asnos; un caserón aquél, el de Veremundo y Rosaura, hecho a base de tacañería y atraso, negligencia y oscurantismo, reflejo casi siempre de una realidad atarugada en el prado de la boñiga y la empanada mental, estrechez de miras, cegado entorno por el que transitan almas en pena -¿eran almas en pena o hijos de la guayaba?-, dolor que se resiente, ganas de reventar el muro que se interpone entre lo cotidiano vulgar y lo sublime sin interrupción, miseria vecinal, miseria de espíritu, que es la peor y más mezquina miseria, miseria que delinque.”

Valentín Carrera

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