Condena de la violencia de género con significación especial

Eran las doce del mediodía. Laura Álvarez, concejala de Acción Social, acababa de solicitar, desde el balcón del Ayuntamiento de Bembibre, que se guardase un minuto de silencio. Las personas que se habían congregado en la plaza Mayor respetaron la petición, mostrando un profundo recogimiento. Justo entonces comenzó a sonar la campana que anuncia las horas, el paso del tiempo, a toda la villa berciana. Fue casualidad. Fueron doce tañidos, que sonaron en el silencio de la plaza como doce aldabonazos de aviso. El tiempo se quiso así sumar a la reflexión. El tiempo que marca la vida y la muerte. Vida que todo ser humano tiene derecho a gozar en paz y libertad. Muerte que nadie merece a manos de nadie. Era el acto de concentración contra la Violencia de Género. Estudiantes de los centros educativos de Bembibre estaban reunidos con personas de toda índole y condición que quiso manifestar su repulsa a esta lacra que corroe nuestra sociedad. Los jóvenes portaban pancartas, “No más violencia”, “Nos gustan los besos”. Los mayores asentían. Todos manifestaban con su presencia su adhesión a la conmemoración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora el domingo 25 de noviembre. Esta vez, en Bembibre, tiene una significación especial. A inicios de semana, la villa, se sumía en un halo de espanto e incredulidad. La noticia viajó de boca en boca, y en los mensajes del móvil, y en las redes sociales. Nadie se podía explicar cómo un hecho tan macabro pudo llevarse a cabo entre ellos. En la madrugada del lunes se había producido la comunicación entre miembros del cuerpo superior de la policía de A Coruña y el puesto de la Guardia Civil de Bembibre, con la mediación de la Subdelegación del Gobierno de León. Manuel dos Anjos se había confesado autor de la muerte y posterior descuartizamiento de su compañera Rosa del Mar Jiménez. Manuel confesó haber metido los restos de Roda del Mar dentro de unas maletas, y detalló el lugar donde se encontraban. ¿Hasta dónde puede llegar la barbarie humana?

Laura Álvarez se acordó, en el manifiesto que leyó a los presentes, de las 43 mujeres que a lo largo de este año han dejado sus vidas a manos de sus verdugos en toda España. Una de ellas, la última, era Rosa del Mar Jiménez, vecina de Bembibre; su hermana, Luisa, estaba también en la concentración. Ella mejor que nadie sabe del dolor que produce la muerte de un ser querido. Dolor agrandado por la indiferencia o el desconocimiento de su propia existencia: nadie se había dirigido a ella para informarle de la muerte de su hermana. A duras penas se había enterado por las noticias de la tele. Yo tuve la mala fortuna de ser la persona que se lo comunicara oficialmente. Luisa se rompió frente a mí. En la tarde del lunes estábamos los dos en el salón de su casa, en Castropodame. Luisa, bañada en un mar de lágrimas, se desahogó conmigo. Cuando me fui de su casa llevaba la piel erizada y me temblaban las piernas. La reacción de Luisa, sus palabras, sus gestos, sus lágrimas aún hoy siguen impregnando mi mente. Luisa también estuvo esta ayer en Bembibre cuando se hizo el silencio y tañó la campana del Ayuntamiento, esa campana que Rosa del Mar no volverá a oír.

Nicanor García Ordiz

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