José Manuel Martínez, académico de número de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León

Hace bastantes años que conozco a José Manuel Martínez, bembibrense ejerciente desde León capital y Profesor emérito de su Universidad, en cuya Facultad de Veterinaria desarrolló su labor como investigador y profesor de Histología y Anatomía patológica hasta su jubilación; y también como director, durante años, del Secretariado de Publicaciones.

Fue Ángel Alonso, el ilustre investigador bembibrense afincado en Alemania, quien me lo presentó en una ocasión muy grata; y desde entonces he coincidido muchas veces con él y he tenido la oportunidad de disfrutar de su agradable conversación y de cultivarme escuchándolo.

Dice el profesor Rojo Vázquez, académico que contestó el pasado día 18 a su discurso de ingreso en la Academia de Ciencias Veterinarias, que la vida universitaria de José Manuel “está determinada por dos puntos de inflexión: el microscopio de Histología y Góngora”, el poeta cordobés que le explicó Ángel Alonso cuando era estudiante de bachillerato por libre, y del cual parece provenir su “regusto” por la Literatura. Y quizá también por la Historia, sobre todo por la Historia de la Veterinaria, disciplina muy cultivada por él.

No puedo hablar de la Histología ni de su ejercicio profesional, porque me son ajenos al quedar circunscritos al espacio de la facultad; pero sí quiero comentar la faceta suya que conozco mejor: la de autor y editor de libros, que emana, sin duda, de su interés y querencia por las humanidades. Algo que se percibe late muy dentro. De esa sensibilidad y compromiso brotaron diversas colecciones y obras facsimilares que impulsó durante el periodo en que fue responsable de publicaciones de la Universidad, y aún después. Y que se han convertido en ediciones de referencia, y en algunos casos en valiosas piezas de coleccionismo para bibliófilos.

Citaré varios facsímiles como botón de muestra: la Instrucción para los aspirantes al Magisterio de Instrucción Primaria de Miguel Rosanes, publicado en 1856 y rescatado en 1995; el Hortus Sanitatis [Jardín de la Salud], un libro rarísimo y sin fecha, escrito en latín y que se tiene como incunable, cuyo original se conserva en la Colegiata de San Isidoro de León. De él se hicieron tres estupendas ediciones encuadernadas en lujo a partir de 1997 -la primera dedicada a los animales; la segunda, a las aves y peces; y la tercera, a las hierbas-, libros que son un verdadero lujo editorial. Y otro tanto, y mucho más, se puede decir del magnífico facsímil de la Biblia Visigótico-Mozárabe, un códice único del año 960, conservado asimismo en San Isidoro, y que volvió a nacer acunado también por él, allá por 1996, cuando fue coeditado juntamente por la Universidad de León, la Cátedra de San Isidoro, la Fundación Hullera Vasco-Leonesa y Ediciones Lancia. Mucho menos voluminoso y más modesto en su hechura original, pero de intenso sabor bembibrense es El Señor de Bembibre, adaptación hecha para la clase de lectura en las escuelas primarias por P. R. y M. de 1925; otra pequeña joya reproducida igualmente por encargo suyo hacia finales de los noventa. Unos años intensos en que el Secretariado de Publicaciones era, además, el segundo editor del país en soporte magnético o edición electrónica.

Más recientes en el tiempo, y también dirigidas editorialmente por él, son las colecciones Quirón y Polifemo, pensadas para rescatar del olvido obras antiguas y biografías y textos del siglo XIX y XX relacionados directamente con la veterinaria. Uno de los tomos es otro libro igualmente emblemático, Mi Evangelio Profesional (1918), de Félix Gordón Ordás -leonés, veterinario ilustre y presidente del Gobierno de la República española en el exilio mejicano- que fue reeditado en el año 2007. Ambas colecciones están publicadas por la Asociación Leonesa de la Historia de la Veterinaria, de la que es miembro activo.

Si de la faceta de editor pasamos a la de autor, resultan asimismo de obligada cita La Veterinaria en Burgos, obra conmemorativa del I Centenario del Colegio burgalés de Veterinarios; y el libro homenaje Manuel Rodríguez García: Veterinario y Comunicador (2012). Dos voluminosos trabajos de autoría compartida que ratifican su bien probado compromiso personal con la profesión veterinaria y su historia.

Así es, muy a vuelapluma, esta parcela bibliófila de una larga carrera dedicada a la enseñanza, la investigación y la gestión académica, y que tras su jubilación se ha visto distinguida con dos importantes reconocimientos: el de Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, en la que ingresó en octubre de 2013 con un discurso titulado La Veterinaria en la España del siglo XVI, haciendo especial mención del Libro de Albeytería impreso en Astorga el año 1547. Y el de Académico de Número de la misma Academia desde el miércoles día 18, ahora con el discurso La alimentación en España: Reflexiones históricas y papel del Veterinario, un trabajo de gran erudición nacido, posiblemente, al calor de dos de sus grandes aficiones, la gastronomía y la Historia. Ambos recogidos, como es norma en las instituciones académicas, en dos cuidados y documentados libros, que ponen, por ahora, broche brillante a su gran trayectoria profesoral. Y digo por ahora, porque José Manuel tiene todavía mucha ilusión y mucho campo abierto que cultivar.

¡Felicidades Dr. Martínez Rodríguez!

Jovino Andina

 

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